De acuerdo a los expertos y analistas, la economía española, acabará en 2013 con un nivel de actividad similar a la del año 2006, lo que significará siete años perdidos a efectos de crecimiento. Y ese nivel de PIB, tiene que "alimentar" a dos millones de personas más que entonces y en el recorrido se han destruido casi tres millones de puestos de trabajo. Con unos rangos de paro superiores al 20%, juvenil del 40%, y un 25% de españoles en el umbral de la pobreza, con riesgo de desestructuración social, se define lo más preocupante del escenario social de nuestro país en estos momentos. Las directrices de la UE, BCE y FMI, imponen las políticas de equilibrio fiscal y recortes para alcanzar el 4,4% de déficit este año y el 3% en el 2013, lo que nos lleva a una recesión significativa en este periodo, en el menos malo de los escenarios. De ahí la dificultad de la acción política, en priorizar. ¿Dónde se aplican los recortes del gasto? ¿Y que programas y prestaciones se mantienen? Es por ello palpitante el interés e inquietud social ante el devenir de los logros del Estado de Bienestar y dentro del mismo, las políticas de Salud y Sanidad, entre otras.

El 1 de febrero, se produjeron dos comparecencias sobre esta inquietud de carácter universal en España, la de la ministra Ana Mato en el Congreso y la de la presidenta de Aragón, el consejero de Sanidad y el gerente del Salud, en Zaragoza. Puede colegirse de ambas un compromiso en mantener un sistema de salud en España, universal, gratuito y de calidad, a pesar de la crisis y los recortes llegados y por venir, junto con medidas de gestión, para mejorar la eficiencia y huir claramente del copago puesto encima de la mesa en algunas autonomías y foros especializados. Como ciudadano, con sentido social, y tras 46 años profesionalmente involucrado en el Sistema, lo veo y escucho con alegría y satisfacción. Por ello me atrevo a hacer públicas algunas consideraciones personales, por si pueden ser de utilidad.

El Sistema Nacional de Salud, desde las trasferencias, ha sido permanentemente deficitario por tres hechos y un motivo. Aumento permanente de la demanda de prestaciones, en una cartera de servicios sin comparación en Europa, y crecimiento de los costes que la Investigación en tecnología aplicada a la medicina y nuevas moléculas farmacológicas, siempre superaba al crecimiento del IPC, y generaba déficit anuales en secuencia. El motivo (entre otros) lo explicó uno de los directivos del Instituto Carlos III, el doctor Sarriá recientemente en Zaragoza. España es el país europeo con más frecuentación al médico, donde menos tiempo están médico y paciente en la visita, y donde más nos medicamos. Si a ello se añade que los costes de muchas moléculas oncológicas son irrazonablemente caras, (en las pautas de quimioterapia), y que muchos avances tecnológicos y biodispositivos tienen costes considerables, sin que se dejen de usar muchas veces los de generaciones anteriores, nos lleva al dato de que tenemos muy buenas prestaciones, con un coste en PIB (7,9%) inferior al de los países de nuestro entorno, con sueldos de médicos y sanitarios muy contenidos (los más bajos de la UE si excluimos Grecia) Destinamos a farmacia y biotecnología porcentajes muy altos de nuestros presupuestos, siempre tendentes al déficit, pues los límites de gasto y adquisición de tecnología puntera, son de difícil contención.

Excluyendo a EEUU con su liberalismo feroz e insolidario, como modelo sanitario, tanto los de Quebec y Países Nórdicos ("socialismo en libertad" en su reconocimiento genérico), como el resto de los países de la Unión Europea, tienen, todos, distintas formas de copago o contribución a los costes de los actos médicos y quirúrgicos, pruebas diagnósticas y prestaciones farmacéuticas. Además, eso sí, de destinar porcentajes del PIB superiores al de España a Sanidad.

En un reciente artículo de opinión, Enrique Costas, economista y vicepresidente de la Comisión Abril, se posicionaba sobre el debate enfáticamente: "Elogio del Copago", lo titulaba. Ya ha sido contestado desde diversos foros, pues socialmente, y en este momento actuaría negativa y discriminatoriamente sobre personas mayores, las de limitados recursos, y patologías crónicas. Acertadamente, en ese mismo medio, Ignacio Gutiérrez, le replicaba, y proponía que en vez de copago, se denomina repago, dado que los presupuestos de sanidad proceden de los Generales del Estado, cubiertos por los impuestos de todos los ciudadanos. ¿Qué se podría hacer desde la lógica y el posibilismo? Definir una cartera de servicios básica y modificar el modelo, y dentro del mismo el sistema retributivo profesional, tendiendo a la excelencia y mejora de la productividad. Bajo un pacto de Estado. Sin detrimento de la calidad y de la bondad de los indicadores sanitarios españoles, es posible definir una cartera de servicios básica, que no crezca exponencialmente en sus presupuestos anualmente.

Respecto al modelo, pues copiar de entornos de países próximos que lo aplican con éxito y satisfacción. nuestro actual modelo, profesional, de carrera, y retributivo, está en las antípodas, pues dentro de una mediana positiva, se reconoce más el estar que el hacer.

Tema para otra reflexión posterior, pero no para olvidar si queremos superar este momento.