En el momento decisivo, cuando estaba tanto en juego, en lo deportivo, en lo económico, en lo social y en lo histórico, cuando se había encaminado la eliminatoria en Soria y cuando La Romareda mostraba una ilusión sin precedentes en la etapa reciente. Ahí, en la batalla de las batallas. Ahí falló el Zaragoza, al que le ganó un Numancia peor en sus individualidades pero que fue mejor, más equipo, en la mayor parte del encuentro. El gol de Diamanka, sí, un exzaragocista, para que duela más si cabe, fue una puñalada en el corazón del zaragocismo después de una primera parte que el equipo de Natxo González tiró a la basura, tras una reacción al principio de la segunda que le llevó a fallar ocasiones increíbles, hasta seis, tras el golpe de Íñigo Pérez en forma de un buen gol en su ejecución, tras el empate con el remate mordido de Borja que empujó Mikel y tras regresar el Zaragoza sobrepasado y nervioso para que se sellara el desastre cuando la película apuntaba a la prórroga.

Esa fue la película de una tarde que tenía el aroma de las inolvidables y que entra en la leyenda negra del zaragocismo por un desenlace que será recordado por su dureza, por ver una Romareda desolada y sin creerse lo vivido. De la ilusión de la fiesta a la amargura tras un partido, el decisivo, que el Zaragoza no supo jugar. Y el Numancia, sí.

Ahora, recordar la estupenda segunda vuelta, la reacción o el sentido de proyecto global suena a algo demasiado vacío. El paso de las horas dará más perspectiva, pero lo cierto es que el Zaragoza va a estar por sexta temporada en Segunda. Seis años ya. La condena es terrible. Lo peor es que el equipo estaba solo a tres pasos de la gloria y en el primero falló de forma estrepitosa.

Al final, la promoción de ascenso es una lotería, con la igualdad de esta Segunda. Hay que subir directo y al Zaragoza se le escapó ese billete. Llegó a la eliminatoria con el Numancia y no hizo bien las cosas, algo mejor en Soria, pero no ayer, donde Jagoba Arrasate le ganó la partida táctica a Natxo González en la que será la despedida del técnico vitoriano, rumbo al Deportivo.

Salió el Numancia mejor situado en el césped, con Escassi por delante de la defensa y con un trivote junto a Diamanka e Íñigo. El equipo soriano tenía las ideas claras: un bloque unido, sin prisas y adelantar la línea de presión para cortocircuitar la salida de balón zaragocista. Y, sin embargo, el Zaragoza no supo descifrar el encuentro en un primer tiempo sin agresividad y sin capacidad para gobernar el choque, demasiado impreciso y nervioso.

Con Toquero -una de las cuatro novedades del once junto a Benito, Febas y Mikel- y Borja Iglesias desconectados, con Eguaras desaparecido y sin que Febas, cosido a faltas, y Papu pudieran desempeñar su papel, el Numancia gobernaba el pleito y no pasaba apuros. Un centro de Borja que cortó Elgezabal fue el único aviso zaragocista, pero resultó un espejismo. El Numancia fue a más y empezó a generar peligro con la movilidad de Diamanka y el fútbol de Íñigo. Nacho, que había salido por el lesionado Unai Medina, mandó el balón al palo, mientras que Higinio cabeceó fuera con todo a favor un gran centro de Markel tras el enésimo robo soriano en el campo zaragocista.

El primer acto acabó con una buena acción de Toquero, la única, y un remate de Zapater de cabeza en el que no logró dar la dirección adecuada al balón. La decoración cambió tras el descanso, ya con lluvia. El Zaragoza fue de verdad el Zaragoza de los últimos meses, más intenso, más agresivo, con Borja apareciendo por todos lados y con ocasiones. Pero la eficacia que el equipo había tenido en las últimas semanas la olvidó ayer. Zapater, a pase de Borja, falló un mano a mano, Aitor le sacó un balón a Papu con un pie milagroso, Borja remató mal ante el meta, Papu lo hizo después peor y de nuevo Borja falló, esta vez tras regatear al portero y quedarse demasiado escorado para que su remate saliera desviado. Ver para creer...

FALLOS INCREÍBLES

La grada no se creía tantos fallos, pidió un penalti de Carlos Gutiérrez a Borja y esperaba ya el gol, la llave hacia la final del ascenso. Lo que llegó fue el tanto del Numancia, un estupendo remate de Íñigo Pérez desde la frontal. Arrasate había sacado a Guillermo, que fue mucho más incordio que Higinio, y Natxo apostó por Pombo en lugar de Toquero. El partido se abrió por completo, Borja cabeceó fatal un buen centro de Lasure y Guillermo la tuvo ante Cristian. La Romareda ya vivía al borde del infarto, de una agonía indescriptible que se transformó en júbilo con un remate mordido de Borja que tocó Aitor y que Mikel acertó a remachar. Era el minuto 80 y la eliminatoria estaba igualada, aunque el Zaragoza veía de crecida, con la moral de ese tanto.

No lo aprovechó, Buff salió por Febas y el equipo volvió a su versión más gris. Guillermo, a centro de Pere Milla, dio el aviso y Diamanka, con un certero cabezazo y Benito mirando, clavó una puñalada cruel al corazón de un zaragocismo que no se merece tanto sufrimiento. No hay mal que cien años dure, pero este dura demasiado.