De un año para otro, el Valladolid no muestra la misma confianza que caracterizó la pasada temporada al bloque blanquivioleta. Después de haber optado al ascenso por la vía de la promoción y caer ante Las Palmas, equipo que acabó subiendo de categoría, el objetivo para el presente curso era idéntico: estar inmerso hasta el final de la campaña en la lucha por el ascenso con un Gaizka Garitano recién llegado del Eibar al frente del banquillo.

Pero ocurrió todo lo contrario. El comienzo liguero resultó ser muy dubitativo, aunque nadie iba a prever la mala racha de resultados que se encadenarían tras los dos primeros envites. El equipo vallisoletano cayó ante el Córdoba a domicilio, contra el actual líder. Después logró superar al Alcorcón en el José Zorrilla sin demasiadas dificultades.

Sin embargo, en los siguientes encuentros se fueron viendo las debilidades de los pupilos de Garitano. Así, cayó ante la Ponferradina por un contundente (3-0). Pero fueron los próximos seis duelos los que acabaron cavando la tumba final del técnico vizcaíno.

Solamente consiguió una victoria contra el Bilbao Athletic, el colista de Segunda, tres empates y dos derrotas. Caer contra el Oviedo en Zorrilla y en Llagostera a la semana siguiente dejaba a Garitano con pie y medio fuera del club.

Por todas las dudas generadas, a la directiva del Valladolid no le tembló el pulso y enseguida cesó a Garitano, apostando por la incorporación de Miguel Ángel Portugal para que la reacción del equipo no fuera demasiado tardía.

El entrenador burgalés inició su nueva andadura con victoria ante el Mirandés, pero lleva dos empates concatenados y no ha logrado que las dudas anteriores se disipen totalmente.

Falta de confianza

Esta especie de desencanto se ha apoderado en la ciudad pucelana. Solo hay que ver el puesto que ocupa actualmente en la tabla clasificatoria, el decimoctavo. El mejor ejemplo que describe esta realidad se vio reflejado durante la última jornada, en la que los pucelanos recibieron al Leganés. Adelantó Samuel a los locales antes de llegar al descanso a pesar del peligro que se cernía sobre las inmediaciones blanquivioletas. Y en la segunda parte, lo peor no fue que el Valladolid fuera incapaz de sentenciar el enfrentamiento, sino que a falta de once minutos del pitido final, el Leganés igualó el partido y pudo llevarse los tres puntos de la ciudad castellana.

El Valladolid transita en un estado de desconfianza, incluso de depresión, aunque a esta situación todavía hay tiempo de sobra para darle la vuelta y Portugal y los suyos saben que un buen resultado en La Romareda podría ayudar para aumentar su autoestima.