—¿Cómo se ha encontrado a la plantilla?

—Bien. Receptivos, como en todas estas situaciones, y con ganas de sacar esta situación adelante. Predispuestos y convencidos de que lo vamos a poder hacer.

—¿Ha notado a los jugadores atenazados por la presión de estar en un equipo como el Zaragoza, que debe luchar por subir?

—Todos sabemos que el lugar que históricamente le pertenece al Real Zaragoza no es la Segunda División, pero tampoco es la primera vez que ha estado en esta categoría. Lo que es evidente es que todos queremos que esté en Primera. Si el futbolista siente presión por jugar con el Real Zaragoza en Segunda División, cuando firma debe ser consciente de ello. Nosotros, haya sentido o no esa presión, intentaremos que sean conscientes de dónde están y desde el campo hacerlo lo mejor posible para hacer disfrutar a la gente y tratar de partido a partido acercanos a ese objetivo, que todos sabemos cuál es.

—¿Pero considera que ese peso es un punto negativo con relación al resto de equipos de la categoría?

—Pero el peso del Zaragoza lo vemos los que estamos aquí. En Tenerife, por ejemplo, tienen esa misma impresión en toda la isla y en Cádiz, que acaban de ascender, también se ven cerca de Primera. Cada uno vive la realidad en el contexto en el que se encuentra. El de aquí, que un club con un músculo social muy grande y de un peso histórico muy grande, te puede llegar a atenazar, pero eso no es excusa y no debe atenazar.

Lo que parece evidente es que el Real Zaragoza no tiene equipo para estar en el puesto quince como cuando usted lo cogió.

-—Yo no tengo ninguna duda. Por suerte, la Segunda División actual está como está, todos sabemos cuál es la realidad económica de los clubs y todos sabemos cuál es la calidad futbolística. Cada año me dicen que este año va a ser más fuerte porque hay más históricos, pero no es así porque es el mismo perro con distintos collares. Ahora la igualdad es máxima. El mejor once del Real Zaragoza yo creo que puede ganar al mejor once de cualquier equipo de la categoría. De eso estoy totalmente convencido.

--Narcís Juliá recalcó antes de su llegada que el entrenador que viniera tenía que confiar y creer en la plantilla. ¿Fue esa una de las preguntas que primero le hizo antes de contratarle?

—No voy a decir nada sobre ninguna conversación que hayamos podido tener, pero sí que voy a decir que he venido aquí convencido de que este equipo es capaz de revertir la situación, aunque eso el tiempo lo dirá. No tengo ninguna duda. Además, tengo la ventaja de conocer el lugar. Yo no me hubiera tirado a la hoguera si no estuviera convencido. Es verdad que me dan la oportunidad de entrenar al Real Zaragoza, pero si no hubiera visto que podemos revertir la situación y ayudar a que esto mejore no hubiese venido, porque al final tú también te llevas un lastre.

¿Pero siente que está ante su gran oportunidad como entrenador?

-—Soy una persona que creo mucho en mí mismo y sé que llegará un día que entrenaré en Primera División, pero tampoco me vuelvo loco. Entreno porque aspiro a lo máximo. Me apasiona mi profesión, me encanta, sé lo que me rodea, lo bueno y lo malo, y no me veo sin esa ambición. Pero ahora lo que quiero es hacer bien las cosas e ir paso a paso. Llevo casi 160 partidos en Segunda y ya conozco la categoría. No sé si me llegará la oportunidad de entrenar en Primera División aquí, pero ojalá que sea así, en mi tierra, en este club que conozco, en una buena edad. Estaría encantado de la vida. Pero no he venido aquí pensando en que sea mi gran oportunidad ni mi reto. Es un reto más que me llena de ilusión. Estoy muy ilusionado.

Usted conocía a Juliá desde que estuvo como jugador en el Girona y tiene una buena relación con él. ¿Hasta qué punto influyó eso para que viniera al Zaragoza?

—Poder trabajar con gente como Juliá y Valentín, que han estado en la élite, siempre es positivo para un entrenador y hay que aprovecharlo. Pero más allá de eso la exigencia es máxima y todos sabemos porque estamos aquí. Nunca he ocultado que tengo una buena relación con Juliá.