En el último mes Paco Herrera ha conseguido mejorar los resultados, con cuatro victorias en cinco partidos, que al final es lo que tiene valor, y en menor medida el listón de juego, excelente en Mallorca, bueno 30 minutos ante el Recre y decente frente a la Ponferradina en la primera mitad. A sus órdenes tiene un grupo de jugadores de calidad media o media baja, con algunas honrosas excepciones, que le va a dificultar mucho la tarea de darle continuidad al fútbol. La plantilla, que no por ser así es peor que casi ninguna de esta Segunda de saldos, tiene unas limitaciones intrínsecas a la vista y otras externas, que no se ven pero que como las meigas, haberlas haylas.

Desde hace unos años, coincidiendo con la etapa de Agapito Iglesias, el rendimiento de la mayoría de los jugadores que juegan en el Real Zaragoza casi nunca alcanza su punto ideal. Suele ser la combinación resultante de su máximo menos una serie de variables que reducen sus prestaciones hasta dejarlas, casi siempre, en un nivel inferior al que tiene el futbolista. Con seguridad Montañés jugaría mejor en otro Segunda, como Abraham o Álvaro o Barkero... Casi cualquiera. ¿Y Larena, por ejemplo, rendiría aquí como en Huelva? Difícilmente.

El peso de la historia, la crispación generada por el propietario, ese clima raro, tantas decisiones y descrédito... Eso, todo eso, es una mochila que carga sobre la espalda y que hace que aquí los jugadores que no tienen el aplomo de Leo Franco, que son la mayoría, jueguen aún peor de lo que son.