El Big data, el análisis e interpretación de inmensas cantidades de información en bruto, permite analizar tendencias actuales, abre inmensas dudas sobre el futuro… pero también sirve para desentrañar incógnitas del pasado. Como, por ejemplo, cuáles eran las rutas y flujos comerciales del imperio romano. Un trabajo conjunto de historiadores, matemáticos, informáticos y físicos expertos en redes complejas, liderado por el catedrático de la Universitat de Barcelona José Remesal, ha concluido, por ejemplo, que el camino que seguía el aceite, el vino y las salazones de la Bética hasta el norte de Europa no era el que hasta ahora se creía. La conclusión más destacada presentada en rueda de prensa por los responsables del estudio, publicado en la revista Journal of Archaeological Science, es desmentir la supuesta ruta de distribución de las ánforas con productos de Hispania hasta Germania, que según los arqueólogos (sobre todo los franceses) se transportaban en barco por el Mediterráneo hasta llegar a las bocas del Ródano, remontaban el río, se descargaban por vía terrestre hasta cargarlas en otros barcos que descendían por el Rhin y/o el Mosela hasta el Mar del Norte.

Según Remesal (y según el Big data), de eso, nada. Los datos acumulados sobre la distribución de las ánforas con sellos y productos de la Bética trazan otra ruta marítima desde Cádiz, doblando desde Galicia hasta Bretaña (el faro de Hércules de La Coruña no se construiría para los pescadores locales, apunta) o bien costeando, hasta la isla de los bátavos, una gran factoría distribuidora que hoy en día debe estar enterrada en algún lugar de Holanda. Desde allí, los productos remontaban río arriba hasta Maguncia. Las colonias romanas donde se han encontrados más ánforas béticas son, por este orden, Xanten (el gran campamento de Castra Vetera; las redes de suministro de las legiones podían tejer rutas de miles de kilómetros), Nimega y Colonia.

La vía tradicional no se sostiene, añade: las grandes ánforas de aceite, de 100 kilos cada una, reclamaban barcos que no podían remontar todo el Ródano, e ir cargando y descargándolas, de barco a barcaza y de barcaza a mula, no es lo más práctico: supondría 200 días de viaje, frente a los 22 de la vía marítima. El Ródano sería utilizado para la distribución, más local, de aceite y vino a Provenza y la Galia Lugdunense. Y los productos de la Bética y la Tarraconense también llegaban por vía marítima a Roma.