Un grupo de científicos australianos ha vuelto de una expedición de 25 días por el océano Pacífico con la noticia de que en el lugar donde debería estar la isla de Sandy, un trozo de tierra que publicaciones autorizadas y respetadas como el Times Atlas of the World, y otras menos respetadas pero en estos tiempos más consultadas, como Google Maps, dan por existente, no hay más que un hondo abismo de 1.400 metros lleno de agua salada. Más extraordinario si cabe, nadie se explica cómo Sandy consiguió colarse en las publicaciones especializadas.

"Queríamos verificarlo. Nuestros datos indicaban en ese lugar una profundidad de 1.400 metros, es decir una gran profundidad", declaró Maria Seton, una de las científicas integrantes de la expedición. La isla, según los mapas a medio camino entre Australia y el territorio francés de Nueva Caledonia, figuraba también en algunas cartas marítimas, lo cual entre otras cosas permite imaginar el chasco de algún capitán en situación de emergencia que hubiera apostado el destino de su barco a la existencia de Sandy.

El descubrimiento --o descubrimiento al revés-- compromete hasta cierto punto la reputación de los fabricantes de mapas, que han dado las explicaciones que han podido. "Una de las cosas más excitantes en lo que se refiere a los mapas y la geografía es que el mundo no deja de evolucionar, y ajustarse al ritmo de esos cambios es un trabajo que no acaba nunca", declaró a la agencia France Presse un portavoz de Google, sugiriendo al parecer el disparate de que tal vez la isla estaba y luego fue engullida por el abismo de 1.400 metros. El servicio hidrográfico de la Marina australiana, responsable de elaborar las cartas marítimas, se lavó las manos con un comunicado en el que señala que la presencia de Sandy en los mapas obedece probablemente a un error humano copiado y repetido a lo largo del tiempo.