El piropo debería "erradicarse" de nuestras calles. Esfumarse como lo ha hecho el tabaco de bares y oficinas. O los locos del volante de las carreteras. Las frases muchas veces soeces y vulgares no perjudican ni la salud ni la vida de nadie, pero son una "invasión en la intimidad de la mujer" que atenta contra la igualdad. Así lo planteó ayer Ángeles Carmona, la presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género en una entrevista radiofónica en la que no apuntó, sin embargo, el cómo. ¿Con sanciones? ¿Educación? ¿Campañas publicitarias? La mayoría de expertos, grupos feministas y la oposición están de acuerdo en que el halago público del cuerpo de la mujer es una manifestación de machismo, pero discrepan sobre su trascendencia real y la respuesta que habría que darle. Nadie enarbola la bandera de las prohibiciones.

"¿Erradicar una cosa que ya casi no existe?", se pregunta María Victoria Camps. La catedrática emérita de Filosofía moral y política de la Universidad Autónoma cree que "los grandes avances en igualdad han provocado" que estas actitudes hayan prácticamente desaparecido entre las nuevas generaciones hasta el punto de que muchos jóvenes "ni siquiera deben de saber qué es un piropo".

PALABRA DESFASADA

Hasta la palabra suena desfasada. Demodé. Curiosamente, debe de ser una más de las tradiciones que la crisis ha contribuido a barrer de la vida pública. El estallido de la burbuja inmobiliaria ha parado el sector de la construcción, el más relacionado típica y tópicamente con esta costumbre.

A sus 73 años, Camps recuerda cómo cuando era joven había llegado a dar algún rodeo para no tener que oír según qué palabras, pero le resta importancia. "¿Para dirigirse a una mujer habría que pedirle permiso?", se pregunta. Su fórmula es "trivializar la cuestión", equiparándola a la vieja galantería. Dos manifestaciones de cultura social machista inmersas en parecida fase de extinción.

Una actitud que Carmona condena porque la considera precisamente una de las raíces del mal. "Aunque tradicionalmente ha sido una actitud permitida y asumida como algo normal en la sociedad, nadie tiene derecho a hacer en público un comentario sobre el aspecto físico de la mujer, aunque sea bonito o agradable", sostiene frente a quienes distinguen un piropo bueno y otro malo.

Miriam González, psicóloga jurídica madrileña que trabaja con víctimas de agresiones, se suma a la tesis de Carmona. "¿Por qué tenemos que ser sometidas a una valoración de nuestro físico en público?", se pregunta. "No es lo mismo un 'guapa' que si te dicen que te harán un traje de saliva, como he llegado a oír, pero incluso en el primer caso algunas se sienten intimidadas, violentadas", advierte.

También discrepa de Camps en la continuidad del fenómeno. Puede que vaya de baja, admite, pero "permanece muy vivo en los sectores más desfavorecidos de la sociedad, con menos cultura y entre la gente más mayor". La psicóloga sí cree que serían necesarias campañas publicitarias y trabajo educativo. Las únicas iniciativas de concienciación han sido hasta ahora patrimonio de ciudadanos particulares. Como la de la artista y feminista andaluza Alicia Murillo, cuyos vídeos triunfaron en las redes sociales. Durante un tiempo grabó las frases más zafias que recibía y cómo interpelaba posteriormente a sus autores, a menudo intimidados. Luego colgó los vídeos en internet lo que provocó que incluso recibiera amenazas de los involuntarios protagonistas. Campañas con pegada de carteles incluida han sido impulsadas en Argentina por grupos feministas, mientras la red social estadounidense Hollback nació y crece sin parar denunciando el acoso a mujeres, un concepto que incluye los "comentarios lascivos", pero también casos de "persecuciones, tocamientos..."

Carmen Montón, la diputada responsable de Igualdad del PSOE, tanto en el partido como en el Congreso, se soRprende de que Carmona haya sacado a relucir esta cuestión, cuando el PP, lo que sí "ha erradicado es la educación en igualdad y contra el machismo que se impartía en la educación para ciudadanía".