Abuelo, aunque mis padres viven, desde esta madrugada ya sé lo que es sentirse a la intemperie y huérfano. Ando más vacío que una estatua de Pablo Gargallo. Fuiste uno de mis padrinos en esto de la música (el otro, Aute). Te presentaste en los despachos de una discográfica de Madrid en 1991 y les dijiste: "Oye, escuchad a este chaval". Nos conocimos en el 90 cuando me hiciste una entrevista para un programa de radio. Te encantaba esa canción de un tipo al que llaman un día a su puerta y se le llena la casa de animales: Hola, Noé! Desde entonces nos vimos a menudo. No fumabas pero me gorroneabas cigarrillos. Me llamaste en el 96 junto a otros amigos tuyos, como Paco Ibáñez, Imanol, Pablo Guerrero o Ixo Rai, para cantar en el cierre de campaña de Chunta donde te presentabas a diputado. La gente que quería votarte tenía menos de 18 años. Pero en 2000 en el coso de La Misericordia volvimos a juntarnos y te mandamos 8 años de mosca monegrina y cojonera por el Salón de los Pasos Perdidos.

Te recuerdo con mucho cariño y gratitud, Abuelo. Por las risas que hacíamos, por los escenarios y trincheras que nos unieron (No al Trasvase, guerra de Irak, Teruel existe, Palestina, el Canfranc), por los libros que me presentaste, porque nos sentíamos "aragonizantes" frente a los "apagoneses", porque nos enseñaste a no tomarnos demasiado en serio. Otros hablarán de tu grandeza, dirán que has sido el Costa del siglo XX. Yo, me quedo con tu entrañable melancolía y tu escepticismo somarda mientras te escucho: "Recuérdame como un árbol batido, como un pájaro herido, como un hombre sin más".