"La policía no nos deja acercarnos a Idomeni. No podemos ver nada", explica Núria Font, una voluntaria que trabaja para la oenegé Con tus manos. "Vemos salir autobuses escoltados por la policía y a veces por ambulancias", añade.

En el momento del inicio del desalojo, Font se encontraba en Hara, a unos 300 metros de Idomeni, donde hay también un pequeño campamento. "La gente aquí está asustada y preocupada porque entienden que luego les tocará a ellos ser evacuados. Es triste", se lamenta. "Hay mucho desgaste en muchas familias. Creo que se ha usado una política de desgaste", apunta. "Hasta ahora, lo más llamativo ha sido que nos desalojaran ayer el lunes a los voluntarios por la noche, alrededor de la medianoche. Pero fue muy amablemente", dice.

Font lleva en el campamento una semana y le queda otra como voluntaria. Su principal tarea era repartir leche para los niños por la mañana, y por las tardes, frutas y verduras.

Precisamente para atender a mujeres y niños la enfermera Gemma Poca participó en la puesta en marcha de un hospital de campaña en un espacio adyacente a Idomeni. Poca, que forma parte de la oenegé Bomberos en Acción, denunció el lunes la violencia de la policía contra los refugiados en un audio que se hizo pronto viral en las redes sociales y que se refería a hechos ocurridos a final de la semana pasada.

La enfermera describía el uso de gases lacrimógenos. "Europa es asesina, está gaseando a quien huye de la guerra", exclamaba sin poder controlar al llanto ante la indignación. Ayer, Poca intentaba entrar en el campamento. "Nos han dicho que han desmantelado la tienda de Bomberos en Acción y que los medicamentos están por el suelo. Es peligroso, porque hay niños. Queremos confirmar esa información", dice.

En el hospital de campaña, conocido como Baby Hammam, trabajó como voluntario August Blázquez, quien viajó a Idomeni en marzo como fotógrafo, aunque acabó dejando de lado la cámara para dedicarse durante los 15 días que estuvo ahí a su verdadera profesión, la enfermería. "La situación me superó", reconoce ahora.

Blázquez nunca había vivido una situación como la que experimentó en Idomeni. "La gente ahí estaba muy cansada, exhausta", recuerda. Entre los refugiados abundan las infecciones por falta de higiene, gastroenteritis, conjuntivitis, sarna y afecciones respiratorias. "También tos crónica derivada de la inhalación de sustancias por la quema que hacen de cualquier cosa para calentarse", dice.

Desidia europea

"Una de las cosas que más me han impresionado es la desidia de los gobiernos europeos --se lamenta--. Eso funciona gracias a las oenegés y al voluntariado internacional. Cuando estás ahí piensas que podríamos ser nosotros los refugiados".

Su deseo de desplazarse hasta Idomeni le vino por la necesidad de ser testigo directo de lo que todos los medios de comunicación hablaban día tras día. Pero la realidad superó todas sus expectativas.

Algo parecido le ha ocurrido a Violeta Palazón, fotógrafa freelance que también ha vivido una intensa experiencia en Grecia. Estuvo en Idomeni y en el campo militarizado de Katsikas, junto a la frontera con Albania, que acoge a más de 1.200 refugiados. "Una cosa es lo que ves por la televisión o en las fotografías en los diarios y otra bien diferente es cuando pisas el terreno", afirma Palazón. "Lo que las cámaras no captan son los olores, los ruidos, el barro o el calor de las fogatas", recuerda.

Palazón echó también una mano en labores de voluntariado, aunque se dedicó principalmente a captar imágenes. Es una manera de "dar a conocer lo que pasa". Cuando se le pregunta con qué recuerdo se queda, no duda: "La mirada perdida de las familias cada noche alrededor de las hogueras".