En Andorra hay muchas rotondas y muy seguidas. Tantas, que cualquiera que no conozca la ciudad tiene que ir con tiento para no equivocarse de dirección. Y el serbio Norbert Feher, el asesino de los dos guardias civiles y un agricultor, no es una excepción. El día del crimen nadie lo vio realmente, pero el hombre que, entre las siete y las ocho de la tarde, recorrió la variante de la villa turolense al volante de una pickup verde de la marca Mitsubishi era él y no su propietario real, José Luis Iranzo, al que había matado a tiros minutos antes en el mas El Saso, a unos ocho kilómetros de allí.

«El padre de José Luis vio la pickup, se cruzó con la furgoneta cuando él mismo iba en su coche camino del mas, y no se dijeron nada», explicaba ayer, emocionado, un vecino de Andorra que había acudido al domicilio familiar, en la calle del Progreso, a dar el pésame a los Iranzo.

«Yo vi que la furgoneta iba más despacio de lo normal, como si el conductor dudara en la rotonda, y eso no es propio de José Luis, que siempre circula más rápido», explicó otro amigo de la familia, que, aunque se extrañó de la lentitud, no podía saber la causa de esa forma algo torpe de conducir.

Norbert Feher, tras matar a tres hombres, huía y no sabía para dónde tirar. Y al llegar a las rotondas, dudaba entre Alloza y Albalate, entre Alcañiz y Zaragoza, entre Calanda y Alcorisa.

Esa circunstancia era analizada ayer con tristeza por los andorranos que se agolpaban a la puerta de los Iranzo. Y también le daban vueltas al papel que desempeñaba José Luis, de 40 años, en el rompecabezas del crimen.

«Había ido a colaborar, a ayudar a la Guardia Civil a recorrer los caminos de esa zona del término de Andorra, porque él se los conocía muy bien», explicó un hombre que, «a eso de las cuatro», lo vio sacando la furgoneta de la cochera que hay junto a su casa.

Los andorranos sienten un gran aprecio por los Iranzo, por el famoso jotero, ya fallecido, sus hijos y sus nietos, entre ellos José Luis. «Son agricultores y ganaderos y tiene jornaleros, tractoristas, por eso no me cuadra que necesitara un cerrajero para abrir la puerta de una dependencia del mas, con el personal que trabaja para ellos», señaló otro de los que habían acudido a dar el pésame.

Andorra vivía ayer todavía bajo el «golpe» de lo ocurrido el día anterior, como describen muchos de ellos lo sucedido. Pero, en cierto modo, había una triste sensación de alivio al saber al asesino detenido. «Pasamos mucho miedo», reconoció la concejala socialista Mariví Aznar tras guardar un minuto de silencio, con el resto de la corporación, en un pleno extraordinario convocado ayer para condenar el triple asesinato y declarar tres días de luto.

«Pese a lo que ha pasado, en Andorra y su comarca la tasa de delincuencia es muy baja», indicaba a los periodistas la alcaldesa de Andorra, Sofía Ciércoles, que atribuyó el crimen a un caso de «mala suerte». «Nos va a costar levantar la cabeza», reconoció tras la celebración de la sesión plenaria.

José Manuel Penella, secretario general del sindicato agrario UAGA, estaba ayer en Andorra para dar el último adiós a José Luis Iranzo, que pertenecía a la comisión ejecutiva de la central en la comunidad. «Era de lo mejor del sindicalismo agrario, un hombre con una preparación inusual», aseguró el máximo responsable de UAGA.

La tristeza era un sentimiento que ayer compartían tanto Andorra como Alcañiz, donde prestaban servicio los dos guardias civiles asesinados en el mas El Saso. En la plaza de España, al atardecer, no se encendió la iluminación navideña en los arcos de la lonja, en señal de luto por las tres muertes y para no interferir en la capilla ardiente de los agentes de la Benemérita que se instaló en la casa consistorial.

Además, en algunas de las banderas de España desplegadas en balcones y escaparates se habían colocado lazos negros. «Es un día triste para todos», subrayó Juan Carlos Gracia Suso, alcalde de Alcañiz, a la puerta de la casa cuartel de la Guardia Civil, adonde se había desplazado el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, para presentar sus condolencias a los familiares de los fallecidos.

Ayer, al caer la tarde, Andorra y

Alcañiz eran dos lugares como apagados. Recién llegados de Zaragoza los cadáveres de las tres víctimas para recibir honras fúnebres, todo el mundo sentía que su tranquila vida cotidiana había recibido un duro golpe.