Lo va a tener difícil. Pedro Sánchez asumió ayer la presidencia del Gobierno y ya tiene sobre la mesa las reclamaciones de nacionalistas, independentistas, podemistas, sindicatos, patronales, colectivos sociales... y un largo etcétera. Está visto que al nuevo presidente no le van a dar ni los 100 días de cortesía para ver qué hará y cómo afrontará los marrones que tiene por delante y que se ha comprometido o derogar o reformar o aprobar.

Desde la derecha no le van a dar tregua. El PP no le perdonará haberle echado del Gobierno y un día sí y otro también recordará al presidente que ocupa la Moncloa gracias a los enemigos de España y a los amigos de ETA. Ese será el único discurso que el expresidente Mariano Rajoy, mantendrá como líder de la oposición durante el tiempo que permanezca, si no es relevado antes y abandona todos sus cargos tanto en el Congreso como en el partido.

Albert Rivera, por su parte, va a estar incidiendo en la urgencia de convocar elecciones para que salga un Gobierno respaldado por las urnas, con fuerza y si es con ellos victoriosos mejor que mejor. Eso siempre que le deje el PP, ya que Ciudadanos será el segundo objetivo a batir en un intento de evitar que siga subiendo en las encuestas y le arrebata el triunfo electoral que todos le vaticinan.

Pablo Iglesias intentará que Sánchez se estrelle en el camino. Al líder de Podemos también le interesa un adelanto electoral a la sombra de las encuestas. Quiere marcarle el camino de la izquierda. La izquierda según el partido morado. La izquierda radical. La izquierda que intenta dar un giro de 180 grados y romper con la transición ejemplar realizada en España. Pablo Iglesias ha cambiado el discurso duro -ese que recordó al PSOE la cal viva, al señor X, a los GAL, pero que olvidó su buena sintonía con Chavez y Maduro, el cobro de miles de euros por informes a Venezuela, mientras que el país sudamericano atraviesa una de las peores crisis económicas del siglo XXI- por uno más suave, más socialdemócrata más pegado a la gente en un intento de mostrar que no es el demonio con cuernos y tridente dispuesto a ensartar a los que no piensan como ellos y que son capaces de tener las mismas ilusiones que miles de españolitos que quieren tener una casita con piscina y huerto para criar a sus hijos.

Iñigo Urkullu, que ya ha recordado a Sánchez que tiene que empezar a permitir la aplicación del Estatuto vasco y terminar de pasar las competencias que el PP se había negado a transferir y, cómo no, a reclamar competencias que incluso no figuran.

Y Quim Torra, que ayer conseguía que se formara el Gobierno catalán y con ello poner fin a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. El presidente catalán ya está poniendo las bases para forzar al líder socialista a que se siente a negociar con los independentistas el futuro del Estado.

Y que decir de los barones socialistas, que siguen sin ver con buenos ojos que Sánchez, al que hace años y medio echaron de la secretaría general del PSOE, ahora esté sentado en la Moncloa. La andaluza Susana Díaz ya se ha apresurado en recordarle que la Constitución no se toca y que sigue vigente. Javier Lambán reclama la convocatoria de elecciones, al tiempo que le insta a no lanzarse a los brazos de Podemos, a pesar de que él gobierna en Aragón gracias al apoyo de los podemistas. La patronal exige que no se toque la reforma laboral y los sindicatos que se derogue cuanto antes... y así no hay sector o persona que no quiera poner su piedra en el camino para dificultar la marcha del carro que acaba de echar a andar. Difícil, muy difícil lo tiene el presidente Sánchez.