"Ojalá nos sea posible superar una desgracia como esta". Los familiares de los seis heridos y las cinco víctimas mortales del accidente de Garrapinillos intentaban ayer mantenerse serenos a la espera de noticias. Cinco de los heridos fueron ingresados en el hospital Miguel Servet y otro en el Clínico. Dos de ellos en estado muy grave.

El hermano de una de las mujeres fallecidas en las explosiones, que prefirió no identificarse, no se explicaba cómo podía haber sucedido la tragedia. Su hermana tenía 28 años de experiencia y conocía bien el funcionamiento de la factoría. Él mismo se jubiló hace dos años. Otro de los trabajadores que esperaba noticias de sus compañeros reconocía que por las características del suceso sería difícil establecer las causas. "Si ha quedado todo destrozado será muy complicado que nos digan lo que ha pasado de verdad", reconocía impotente.

En una situación similar se encontraba el hermano de la persona desaparecida, que también ha perdido en la explosión a otros familiares cercanos. "No sabemos nada", afirmó sereno. En el momento del suceso se encontraba en la pirotecnia, aunque en uno de los almacenes que no se vio afectado por la onda expansiva. "La alta temperatura que había en el momento era un factor de riesgo muy importante", destacó. Los más de 25 años de experiencia que tiene casi toda la plantilla le hacían todavía más difícil asimilar el accidente.

El hospital Miguel Servet habilitó un recinto diferenciado en la zona de urgencias para atender a todos los familiares y conocidos. Los equipos de guardia de psiquiatras y psicólogos del centro médico también ofrecieron sus servicios durante toda la tarde para hacer más llevaderas las horas de incertidumbre. Algunos comprobaban en sus teléfonos móviles las imágenes que fijaban la magnitud de la onda expansiva.

RECINTO ARRASADO

La falta de noticias todavía era más angustiosa en los alrededores de la fábrica, especialmente durante las primeras horas tras la estampida. Julio Torrijos intentaba entrar en contacto con uno de sus hermanos, que se encontraba trabajando en el interior. Otro de ellos afortunadamente estaba de baja por un accidente de moto. "Nadie nos explica nada de nada", lamentó. Las numerosas réplicas que se escuchaban en el interior incrementaban la angustia. Unas horas después pudieron reencontrarse felizmente ya que el trabajador abandonó la fábrica en su propio coche, con todas las lunas reventadas. El motivo de la falta de noticias fue que la onda expansiva también anuló el teléfono móvil.

Ramón ha trabajado toda su vida en la pirotecnia. "Estoy muy afectado, esta es una situación muy complicada", confirmó consciente del riesgo. "Las pirotecnias ni han sido seguras nunca ni lo serán: siempre tienen riesgo", reconocía. Pedro Alcañiz es otro de los trabajadores que no se encontraba en el interior de la fábrica al ser delegado sindical y acudió a la zona a interesarse por sus compañeros. "Se ha quedado todo el recinto como si fuera una pista de tenis", describió gráficamente tras recorrer el recinto de la empresa.

La explosión, que se escuchó en muchos kilómetros a la redonda, alertó inmediatamente a los vecinos de Garrapinillos y los alrededores. "Al principio creímos que había sido un avión militar rompiendo la barrera del sonido, como sucede otras veces, pero con las repeticiones que no dejaban de escucharse enseguida pensamos que podían venir de la pirotecnia", recordó Pablo Margaleja. En ese momento llamó a los bomberos para que acudieran al rescate de los afectados.

Algunas casas cercanas sufrieron pequeños daños materiales por la onda expansiva.