Tres meses después de que se despidiera a 153 trabajadores, el conflicto del bus de Zaragoza sigue estancado y no se ve nada más que dejadez por parte de la empresa y del ayuntamiento. Es un cachondeo cómo se ha gestionado la crisis desde el consistorio y más aún desde la empresa, que se está riendo de la institución que le ha contratado, de la ciudad a la que da servicio y de los trabajadores a los que despide, paga a costa de pedir más al erario público, y obliga a hacer horas extra. Sigue haciendo de su capa un sayo. Como siempre ha hecho. Y lo malo es que le va bien, porque el ayuntamiento le deja hacer. Poco menos que durante estos tres meses, desde agosto, el equipo de gobierno y los partidos que le apoyan, CHA e IU, han puesto a la empresa de autobuses de delictiva para arriba en un montón de aspectos. A cual más grave. Han cacareado permanentemente que se les quitará la concesión... Y ahí sigue todo igual. Incluso los gestores municipales se prestan a llegar a acuerdos verbales --que atrevimiento no firmar nada-- con esa misma empresa que, según ellos, les ha ocultado información y no es de fiar. Por eso la empresa hace lo que le da la gana. El gerente ni aparece en las reuniones desde hace tiempo y el que va, en lugar de llevar propuestas, esgrime elementos nuevos que enturbian más el conflicto. A liarla. El ayuntamiento tiene que hacer de SAMA. Tiene que obligar a la empresa y al comité a reunirse en su presencia y no salir de ahí hasta alcanzar un acuerdo en condiciones. Y no puede dejar pasar ningún atrevimiento más, ninguna chulería empresarial más. El servicio es malo y se paga igual.