Cataluña (y II)

Habrán visto ustedes que bastantes catalanes (sobre todo la juventud urbana) se han ido con su voto a Esquerra, vieja opción reconstruida que de ser casi nada se ha convertido en casi todo. Pero esto no es nuevo, porque el Bloque Galego o aquí mismo la Chunta Aragonesista ya han vivido procesos similares (sobre todo los bloqueiros, que son la segunda fuerza política de su territorio). Y es probable que en otras comunidades surjan fenómenos similares, pues los socialistas hoy por hoy ya no tienen el monopolio del cambio.

El PSOE intenta estar en todas partes al mismo tiempo sin estar en ninguna, se define mediante indefiniciones (como le ha estado pasando a Maragall toda la campaña) y de tanto querer ocupar espacios en el inabarcable centro se está dejando descubierto el flanco izquierdo: la política social (que no el populismo efectista del metro y los libros gratis), el ecologismo, la cutura, la libertad de expresión, la apertura a la sociedad civil... Todas esas cosas con las que o se está comprometido, o no. Y si es que no (o no del todo, o unos ratos sí y otros no), pues la gente más inquieta acaba votando partidos con marchamo de alternativos aunque sean micro-nacionalistas. Porque además ese espacio tan bonito y prometedor tampoco lo ocupó en su momento IU gracias a la estupenda labor de Anguita tan jaleada y admirada por la derecha.

Ya se verá en qué para todo esto. De momento, mientras los socialistas (ahora los catalanes) miran en derredor desconcertados, el PP clama Santiago y cierra España. Los populares se han convertido en un cero a la izquierda en el ámbito catalán. Desde el domingo por la noche no son nada ni podrán influir para nada en la evolución de los acontecimientos. Para cualquier observador, la suya es también una derrota aunque tengan tres diputados más. Pero ellos todavía sacarán provecho del naufragio vendiendo patriotismo españolista a precios de saldo. Anda, que menuda herencia le va a dejar Aznar al bueno de Rajoy.