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Tras el spot

El primer aragonés nacido en el 2004, ha pasado varios días buscándose la vida por las calles, hecho un paquetito en los brazos de su madre que es inmigrante (deduzco que sin papeles), gitana y mendiga. Esta amarga situación (que ha provocado la intervención de las autoridades) es el perfecto anti-cuento de Navidad y sus implicaciones simbólicas son tan obvias que resulta imposible soslayarlas.

Me ha interesado mucho la peripecia de esa pobre criatura (a la que ayer habían recogido en un centro de la DGA). Es imprescindible que de vez en cuando traspasemos el edulcorado mundo de los spots publicitarios que prodiga (con nuestro propio dinero) el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Sí, hombre, esos anuncios de la tele que tienen una música de fondo como muy futurista, una estética que estimula el optimismo y un eslogan según el cual lo que le importa al Gobierno son las personas humanas. Por supuesto, en ellos no se menciona a las numerosas viudas que subsisten con pensiones de sesenta mil pesetas al mes o menos (lo digo en la moneda antigua para que se entienda mejor), ni se advierte de que ese mismo Ministerio tan altruista y generoso ha decidido eliminar las prestaciones a las familias que tienen a su cargo un discapacitado (cuarenta mil pesetas mensuales) si dicho discapacitado cobra a su vez pensión de orfandad por la muerte del padre (otras cuarenta mil). ¡Imagínense que entre una cosa y la otro juntaban nada menos que ochenta talegos de los de antes! ¡Qué barbaridad!

Tras el velo rosa de los spots institucionales hay una realidad muy fea. Otra cosa es que tampoco tengamos mayor interés en ella. Caminas por la calle, alguien te tiende una mano y tú sigues a lo tuyo. Atrás queda, en brazos de su desgraciada madre, el primer aragonés nacido este año. Qué palo.

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