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Otra más

Si se hubieran escudado en que no querían aumentar el dolor de las familias en lugar de en un vulgar precinto, diríamos que los mandos de Defensa habían actuado con humanidad. Pero como, al menos en dos casos, resulta que los ataúdes se tuvieron que abrir después para que los médicos certificaran que no había elementos extraños que impidieran la incineración, hay que hablar de una nueva metedura de pata. Hurtar a las viudas el derecho a reconocer los cuerpos de sus maridos no tiene nombre. Lo mismo que no entregarles los objetos que sirvieron para identificarlos.

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