Fue, según testigos presenciales, una lluvia repentina de balines, nadie sabe muy bien si metálicos o de plástico. Eran las nueve de la noche del pasado martes y la cofradía de san Roque, cumpliendo una antigua tradición, había sacado la imagen del santo en procesión por las calles del barrio de San Pablo, en el Casco Histórico de Zaragoza.

"Estaba viendo la procesión y de repente sentí como fuego en un brazo, como si fuera una pedrada", explica Maruja Martínez, una de las más de cien personas que contemplaban el paso de la peana de San Roque, a la que precedían varias bandas de música.

"Al cofrade que llevaba la bandera le dio en el hombro una salva de perdigones y tuve que agarrarla por el asta para que no cayera al suelo", señala Carmen, mujer de uno de los cofrades. "Dispararon varias veces, desde varios puntos de la calle, con una pistola de aire comprimido, y lesionaron por lo menos a siete personas".

La inesperada perdigonada, que los vecinos de San Pablo atribuyen a tres menores ya identificados por la Policía, paró en seco la procesión y casi provocó una desbandada general.

Desmentido policial

"A la señora Paca le dieron en la cabeza y le produjeron una herida", comenta Carmen, que regenta una pescadería en la calle de San Blas. "Dicen que si fueron seis chavales gitanos, cinco de la Magdalena y uno de la Química".

"Han sido identificados tres menores como autores de una agresión que causó siete heridos y que se llevó a cabo con una pistola de aire comprimido que disparaba perdigones metálicos", certifica Andrés Gil, mayordomo de la cofradía de San Roque, que ayer presentó una denuncia ante la Policía en nombre de los lesionados.

Sin embargo, fuentes del Cuerpo Nacional de Policía manifestaron a este medio que no se produjeron heridos ni se practicaron detenciones y que los proyectiles empleados eran balines de plástico. "Claro que tiraron perdigones", afirma Carmen. "Dicen que han encontrado ocho en el suelo y que puede que llevara hasta la imagen de san Roque".

En cualquier caso, la perdigonada sembró la confusión entre el público y los cofrades. "Fue la procesión más corta de los últimos años", indica una persona que asistía al acto. "Normalmente, los cofrades recorren las calles del barrio, pero el martes, como pasó aquello, llevaron el paso a toda prisa a la iglesia".

Nada más producirse la lluvia de perdigones, algunos de los presentes miraron a los balcones en busca del francotirador . Sin embargo, el autor o los autores de los disparos se movían libremente entre los espectadores de la procesión y tiraban a discreción sobre los cofrades.

Los heridos que no huyeron a sus casas en medio del barullo fueron atendidos en la calle de San Blas por la dotación de una uvimóvil que había acudido a la zona para atender a un ciudadano de Guinea Conakry que, a esas mismas horas, había sido salvajemente golpeado en la cabeza con una barra de hierro.

El incidente de los perdigones se pasa de simple gamberrada, en opinión de la mayoría de los vecinos. "Tenemos un problema tremendo con la venta de droga al menudeo y sólo nos faltaba esto para la imagen del barrio", declara la propietaria de un comercio del sector San Pablo.