La zaragozana localidad de Épila volvió ayer a repetir el tradicional "encierro" de su alcalde durante la noche del Jueves al Viernes Santo. Esta tradición que se remonta hasta 1663 y otorga al primer edil del pueblo el privilegio de guardar las llaves de las santísimas forman que se dan en el acto litúrgico de hoy.

El cargo público no puede abandonar su casa mientras vela las llaves. Solo puede salir de su residencia la mañana de Viernes Santo cuando el párroco del pueblo y demás autoridades municipales van a buscarla a su residencia para comenzar los actos.

La tradición comienza el día anterior, terminados los oficios de Jueves Santo, las Hostias que se han consagrado durante la celebración quedan depositadas en el sagrario, engalanado con flores y palmas para dar mayor solemnidad al hecho de depositar las obleas consagradas.

El sacerdote cierra el sagrario y el alcalde se postra de rodillas para que el oficiante le cuelgue al cuello la llave que ha utilizado. Tras la sencilla ceremonia, el edil regresa a su casa acompañado por las autoridades eclesiásticas y civiles que le escoltan. Al final, dentro de la tradición, el primer edil invita a su "escolta" a vino antes de encerrarse.