El albergue municipal de Zaragoza tiene un plan. El servicio de Arquitectura ha elaborado una propuesta técnica con la que se pretende dignificar un espacio que lleva más de tres décadas funcionando como hogar de transeúntes pero que, por ejemplo, carece de ascensores pese a tener tres plantas. Se trataría de una intervención integral que supondría una inversión de 3,8 millones de euros para ejecutar unos trabajos que podrían estar finalizados «en tres o cuatro años» y que el Gobierno de Zaragoza en Común (ZeC) ha decidido impulsar en el presupuesto, para que comiencen «en el 2018».

El año próximo se empleará para redactar el proyecto constructivo y dejar todo listo para sacar a licitación las obras. Porque, a buen ritmo, los arquitectos que han trabajado en el proyecto, Ricardo Usón (jefe de Arquitectura municipal) y Matías Rico, aseguran que podría estrenarse en el 2022 con toda la renovación integral que se plantea. Una intervención que comenzaría el primer año con la construcción de un edificio nuevo, a ubicar en el patio y contiguo a la actual edificación que da a las calles Alonso V y Arcadas. Una obra que se calcula que costará 1,65 millones.

SIN BARRACONES

Este bloque será la primera novedad de esta obra. Según explicó a este diario Usón, allí se ubicarían los usos administrativos, oficinas y zonas comunes para los usuarios del albergue, liberando de espacio al actual inmueble, donde se quedarían, principalmente, los alojamientos. Su construcción, además, significaría la desaparición de los dos barracones que se instalaron hace solo tres años por la falta de camas en los momentos más críticos del año, con la llegada del frío invernal.

Al mismo tiempo que se crea esta nueva zona de oficinas, se piensa reformar la puerta de entrada al albergue, que cuando esté terminada la obra pasará a ser solo por la calle Alonso V. Para ella se piensa en una solución mucho más adecentada que ahora, con un pequeño muro que, por la falta de espacio dentro, convive con el coche de la Policía Local que se mantiene vigilando de forma permanente. En el futuro, la entrada será por un lateral, los agentes tendrán un garaje dentro donde guardar el coche y el muro acabará dando una continuidad a la muralla medieval desplazando la puerta y garantizando una mayor intimidad a los usuarios del albergue.

Se trata de dignificar un espacio que, según destacan los técnicos «se ha quedado obsoleto y está saturado». Y es que una de las mejoras más importantes que aporta este plan director es la apuesta por garantizar la accesibilidad total a las instalaciones. Rampas y ascensores para poder acceder a cada uno de los alojamientos disponibles. Una especie de «jardín inglés» justo a la entrada a ese nuevo edificio que hará de vestíbulo y junto a un patio que, más reducido, se mantendrá como lugar de esparcimiento. Para unos usuarios que no tendrán que entrar por el mismo lugar si van a la zona donde residen habitualmente las familias más deterioradas a las que se les hace un seguimiento a largo plazo en busca de su inserción social, que aquellos que usan los pabellones en los que, en noches como las de estos días, resguardarse del intenso frío. O solo ir a comer, desayunar o asearse.

Las familias de larga estancia estarán en la planta más alta, con unas habitaciones mejor acondicionadas y disfrutando de una renovación prácticamente integral de todos los servicios básicos. Por fin podrán subir a ellas en un ascensor, sobre todo las personas con movilidad reducida, y por una puerta distinta, ubicada al fondo del patio, ya no por la calle Arcadas.

Estas obras, que tendrán un coste aproximado de 1,42 millones de euros forman parte de la tercera fase de los trabajos. Antes, la fase 2, estará centrada en el módulo de entrada a este edificio, que conecta el nuevo bloque de oficinas y servicios comunes con el actual de alojamiento temporal.