Muchos se estarán preguntando qué es. La palabra, además de no ser de muy fácil pronunciación, tampoco es común. No se usa de manera cotidiana, salvo en los terrenos manejados por personas próximas a la química o la industria. Sin embargo, la exposición de la ciudadanía puede ser más habitual de lo que se cree ya que, por ejemplo, el formaldehído es una de las sustancias más utilizadas en los centros sanitarios.

Su eliminación o la minimización de sus riesgos, ya que está considerado cancerígeno desde el 2004 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), es uno de los objetivos que se plantearon en el hospital Clínico de Zaragoza en el 2017 y que, años después, sus resultados le han valido un reconocimiento nacional en la convocatoria a los Galardones Europeos a las Buenas Prácticas de 2019.

El centros aragonés realizó una valoración de todas las zonas donde se consideraba que podía haber una mayor exposición ambiental al formaldehído con el fin de reducir o evitar la concentración ambiental. Se estudiaron todas las áreas, pero sobre todo se evitó la dispersión de vapores a los usuarios, fundamentalmente Patólogos y Técnicos Especialistas de Anatomía Patológica (TEA).

POLÍTICA DE ELIMINACIÓN

Actualmente el formaldehído no se puede sustituir por otro producto que garantice el correcto diagnóstico anatomopatológico. Por esta razón, el Clínico implementó una política de eliminación del agente cancerígeno, o en su defecto minimizar el riesgo, mediante una serie de medidas de protección colectivas. También se usa como conservante en los depósitos de cadáveres y laboratorios médicos.

En junio del 2019, la Unión Europea publicó una directiva que modificó la anterior, del 2004, relativa a la protección de los trabajadores contra los riesgos relacionados con la exposición a agentes carcinógenos o mutágenos durante el trabajo.

Esta incluía al formaldehído como agente cancerígeno y determinaba que en el sector sanitario debía minimizar la exposición al mismo.

Este agente es también un alérgeno de contacto cutáneo pero, sin duda, su naturaleza cancerígena es la que implica los efectos más nocivos en la salud de los trabajadores. Su inhalación puede provocar sensación de quemazón, tos, dolor de cabeza, náuseas, jadeos, mientras que el vapor puede causar irritación y quemaduras en la piel y el contacto con los ojos derivar en enrojecimiento, dolor y visión borrosa.

Está previsto que hoy el Clínico abra sus puertas para mostrar in situ las medidas adoptadas con el fin de dar difusión de su ejemplo de buenas prácticas. La jornada está promovida por la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo.

En cuanto a su relación con el cáncer, el Instituto Nacional del Cáncer explica en su página web que en 1980 estudios de laboratorio indicaron «que la exposición al formaldehído podría causar cáncer nasal en ratas», señala. Este hallazgo planteó la cuestión de si la exposición al formaldehído podría también causar cáncer en los seres humanos. Una década después, Agencia Internacional de Investigación del Cáncer lo clasificó como carcinógeno en los seres humanos y, desde entonces, este es el patrón que han tomado todas las organizaciones.