Este año el parque Tío Jorge de Zaragoza echó en falta a los miles y miles de vecinos y peñistas de la capital aragonesa que cada Cincomarzada abarrotaban sus jardines en el barrio del Arrabal. Ni paellas, ni ranchos, ni parrilladas, ni charangas, ni jolgorio, el covid provocó que el día de los barrios en la capital aragonesa cambiara su cara.

La entrega de las reivindicaciones por parte de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza (FABZ) al concejal de turno cambió de fecha y forma. Con la reciente aprobación de las cuentas municipales, que recortan el gasto en materia de «cooperación, internacional, juventud, vecindad y tejido social», los distritos zaragozanos optaron por sustituir la tradicional marcha con los cabezudos por una protesta a las puertas del consistorio junto a otras entidades afectadas, en el momento justo cuando se aprobaban las cuentas del ayuntamiento, este jueves.

El presidente de la FABZ, Manuel Arnal, echaba la vista atrás y recordaba la última edición celebrada de la Cincomarzada, caracterizada por la participación ciudadana. «El año pasado fue muy bien, fue muy participativa», rememoró. Y no pudo evitar mencionar lo que llegaría pocos días después, una pandemia mundial y el decreto del estado de alarma. «Hay que recordar que a los pocos días fue el inicio de la pandemia y este año varios convecinos han fallecido». Eso sí, pensando en el año que viene, el presidente de la FABZ tiene las cosas claras. «Lo que hay que hacer es vacunarse y, en el 2022, con más fuerzas esperemos que podamos celebrar la Cincomarzada», señaló.

La plaza Santa Marta abarrotada ayer a la hora del vermú. FOTO: Chus Marchador

Por otro lado, Arnal recordó que desde la asociación se hicieron recomendaciones para evitar las aglomeraciones. Se respetaron tanto por los vecinos como por las peñas de Zaragoza. Así se pudo ver reflejado ayer en el parque Tío Jorge, epicentro zaragozano en todos los días 5 de marzo. Se respiraba tranquilidad y normalidad. A algunos incluso se les hacía raro verlo tan desértico. «Hoy por este paseo no se podría ni caminar», decía Víctor, vecino del barrio y peñista de El Bullicio. «Es un poco triste porque es un día en el que están todas las peñas, todas las reivindicaciones aquí en el parque y se ve apagado», lamentaba.

La tranquilidad también la palpaban Rafael y José Antonio, sentados junto al lago del parque. «La verdad que esto está vacío y se hace muy raro, pero eso significa que la gente ha respetado las prohibiciones. Hoy el parque está como un día normal, lo único que no es normal es que hay más policía, pero es bueno que estén controlando», afirmaban.

Unos niños juegan con sus figuras de los cabezudos en el parque Tío Jorge. FOTO: S.E.

Como destacaban estos vecinos, la Policía de Zaragoza controló el recinto durante todo el día y se desplegó en la plaza España por la tarde. Ya había avisado el alcalde Jorge Azcón de que se reforzaría el dispositivo de seguridad para evitar aglomeraciones. Unas agrupaciones que, por otro lado, se pudieron ver en el rastro de la ciudad, que recuperó uno de los festivos perdidos por la crisis del covid y pudo abrir, por segunda vez, el 100% de sus puestos.

Fuera de la ciudad, los principales destinos turísticos de la provincia se vieron «colapsados», como Anento. «Igual si digo que han venido 2.000 personas me quedo corto», indicó su alcalde, Enrique Cardiel, que pidió «ayuda» a las instituciones «para proteger el espacio natural» ante los aluviones de visitantes y «para garantizar que si pasa algo, se pueda evacuar el municipio». Algo similar vivieron en Muel o en Sos del Rey Católico. Su primera teniente de alcalde, Merche Zorroza, reconoció que el problema fue «poder dar de comer a tanta gente», y anticipó que la ocupación en las casas rurales es «total» para todo el fin de semana.

Muel tuvo ayer una gran afluencia de público. FOTO: Alicia Revuelta

Los que se quedaron en Zaragoza buscaron las soluciones fuera del parque, en las terrazas. Paula Hernández, una joven peñista de El Rolladero, pasó la mañana almorzando con su familia para no perder la costumbre, aunque reconocía pasarlo «mal» por el hecho de no poder ir a celebrarlo al parque con el resto de la gente. Sin embargo, quienes más celebraron esta Cincomarzada atípica fueron los bares de la ciudad.

La gente llenó las terrazas a la hora del vermú, para las comidas, el café y la merienda cena, buscando rememorar una fiesta que no se iba a celebrar. «Ya que no hemos podido ir al Tío Jorge, hemos quedado en venir a tomar algo al centro», sostenía María, mientras consumía en la plaza Santa Marta de la capital aragonesa. Lo mismo pasó con la plaza España, San Bruno o San Francisco, enclaves habituales para los zaragozanos que ayer vieron cómo se llenaban los establecimientos hosteleros.

La jornada festiva coincidió con el primer día de terrazas al 100% y la ampliación del horario hasta las 22.00 horas en todo Aragón. La Asociación de Cafés y Bares de Zaragoza ya constató por la mañana un incremento de las reservas. José María Marteles, su presidente, expresó que «las cuentas pueden subir un 20% al recuperar una parte del servicio de las cenas», aunque incidió en que «lo verdaderamente importante sería incrementar el aforo del interior, porque hay muchos bares pequeños que sin el servicio de barra están condenados». Desde Horeca Zaragoza señalaron el inconveniente de que estas medidas «se anuncien de un día para otro», pero celebraron también el levantamiento de las restricciones. Marteles reconoció que las nuevas condiciones «pueden sacar del erte al 20% de los trabajadores de la hostelería». Una buena noticia en una atípica jornada reivindicativa.