A mediodía reina un insólito silencio que acentúa la desolación del reseco paisaje de Monegros entre Alfajarín y Bujaraloz. El ruido del tráfico, hasta hace unos días continuo, apenas se oye en la N-2 desde el pasado 1 de septiembre, cuando la autopista paralela, la AP-2, hasta entonces con un peaje prohibitivo, pasó a ser gratuita de la noche a la mañana. 

«Es como si cerraran un grifo», explica gráficamente Juan Carlos, encargado del hotel restaurante Pepa, situado al borde de la nacional en Osera de Ebro. «A determinadas horas, por la mañana y por la tarde, no pasa ningún vehículo por la carretera, te asomas y la ves vacía», explica.

El restaurante Pepa vive sobre todo de los chóferes y lo cierto es que los camiones se han pasado en masa a la autopista. La consecuencia ha sido que los negocios de hostelería, los hoteles, las estaciones de servicio y los talleres mecánicos de la N-2 desde Alfajarín hasta Candasnos han perdido una parte de su clientela potencial, pero no toda.

«El descenso del tráfico ha sido de más del 50% de un día para otro», dice en tono de lamento el responsable de una gasolinera. «Siguen pasando coches y camiones, claro, porque hay gente que es fiel a la N-2, pero aun así ya no se ven esas caravanas de tráileres que había hasta hace unos días», añade.

De hecho, esas hileras de camiones volatilizadas eran la marca distintiva de la N-2. Ahora han dejado de serlo, pero aun así la circulación es intensa en Bujaraloz, en las inmediaciones de Zaragoza y en todas las intersecciones.

En el restaurante buffet El Español, en Bujaraloz, entre Zaragoza y Lérida, consideran que «todavía es pronto» para saber en qué medida ha afectado a su negocio la liberalización de la AP-2.

Las gasolineras de la N-2 se han resentido del descenso del tráfico. ÁNGEL DE CASTRO

Movimiento a la hora de las comidas y las cenas

Porque lo cierto es que los paradores siguen recibiendo de clientes a la hora de desayunar, comer y cenar. El bajón del tráfico llega después de esos tres momentos de la jornada, lo que indica que los muchos de los antiguos usuarios de la N-2 no pierden sus hábitos y que las áreas de servicio de la AP-2 no han tenido tiempo de adaptarse al aluvión de demanda que les ha inundado de repente.

«La gratuidad de la autopista ha tenido consecuencias, pero yo esperaba que la caída sería mayor», señala Pepe, del bar cafetería Flor de Lis, también en Bujaraloz. «La actividad habrá bajado en torno a un 50%», afirma.  

Su negocio, como todos los de la N-2, cuenta con una amplia área de estacionamiento contigua. Y eso, subraya Pepe, ayuda a mantener una parte numerosa de la clientela. «Además, la gente de los pueblos de alrededor sigue viniendo», asegura. Y el comedor, por otro lado, «funciona como antes».

La pérdida que más se ha notado, de momento, ha sido la del cliente que antes paraba unos momentos a comprar tabaco y a tomar un café o un cortado, han constatado los hosteleros.

Darío Villagrasa, alcalde de Bujaraloz, ve bien la gratuidad de la AP-2 porque contribuye a «aumentar la seguridad vial». Pero reclama «mejoras» en la N-2, «porque el tráfico es aún elevado en la travesía», dato que le lleva a pensar que la nacional seguirá siendo muy utilizada pese a la competencia de la ya exautopista.