Son la tercera comunidad extranjera en Aragón. Los nicaragüenses representan el 5,9% del censo migrante en la comunidad, con un total aproximado de 10.000 personas en Aragón (9.608 según el INE). En 2018, antes del inicio de las revueltas contra el gobierno del líder sandinista Daniel Ortega y la posterior represión, la cifra de nicaragüenses en tierras aragonesas era de 5.648.

Las causas de este éxodo masivo deben buscarse en el año 2018, fecha en la que comenzaron las protestas en el país centroamericano y, por ende, la represión gubernamental que desencadenó un conflicto sociopolítico todavía sin resolver. Sin embargo, hay una razón por la que Zaragoza y Aragón son destinos predilectos.

«Históricamente ha existido un vínculo migratorio entre Nicaragua y Aragón. Son gente algo desconfiada con quien no conocen pero muy comunitaria con quien sí, dado que viven en pueblos y ciudades con poco flujo migratorio interior. Es por ello que cuando llegan a España buscan lugares donde tienen familia o una red de acogida», resume José Antonio Maicas Gabás, coordinador de proyectos de la asociación Hermanamiento León, que traza vínculos entre esta ciudad del oeste de Nicaragua, León, y la capital aragonesa. Prueba de ello podría ser lo que ocurre en localidad de Sástago, donde convive un grupo de 12 mujeres nicaragüenses en una población de 1.100 personas empadronadas.

Cambio en la tendencia

No obstante, desde 2018 se ha dado un cambio en la tendencia y el perfil del migrante nicaragüense. Hasta la fecha mencionada, lo habitual era la llegada de mujeres solas que migraban por cuestiones laborales, dedicándose a trabajos vinculados con cuidados en el hogar. Muchas de ellas, de hecho, son madres solteras, por lo tienen que tomar la decisión de dejar a sus hijos con sus abuelas para poder enviar algo de dinero trabajando desde España.

Sin embargo, desde hace tres años, el nicaragüense que aterriza en Aragón lo hace en mayor medida como solicitante de asilo. Es más joven, con estudios superiores y con una mayor capacidad de relacionarse y desarrollar sus estudios y profesiones.

Pero existen diferencias entre ambos perfiles. El primero llegaba a España para trabajar y poder enviar algo de dinero, pero siempre de forma voluntaria. El segundo lo hacía porque la situación política no le dejaba más remedio. «A veces nos hemos encontrado con mujeres que llevaban tres años en Zaragoza, que trabajaban internas en la casa de una mujer y no conocían la ciudad por el poco contacto con la sociedad que tenían», señala Maicas.

Precisamente en la ayuda a la integración de este perfil incidían en la organización, fomentando un diálogo intercultural que facilitara vínculos entre León y Zaragoza. A esas actuaciones ahora han sumado diversos talleres de atención psicosocial para las personas nicaragüenses, que abordan desde tentativas de suicidio hasta el tratamiento del duelo migratorio, muchas veces relacionado con la culpa que sienten las mujeres por dejar a sus hijos e hijas.

Para ello, subrayan la importancia de trabajar con «una cooperación que transversalice la cultura de paz para apoyar la reconstrucción de la convivencia», apuntan desde Hermanamiento de León.