La quema delictiva de contenedores de residuos de todo tipo en Zaragoza en el 2021, con un total de 145 unidades, experimentó un marcado descenso, del orden del 46%, respecto a las cifras del año anterior. Una mayor vigilancia, la detención de varios pirómanos y la cada vez más rápida intervención de los bomberos explican en gran medida la fuerte tendencia a la baja de estos actos de vandalismo urbano, según apuntan fuentes del equipo de gobierno del consistorio de la capital aragonesa.

Aun así, los daños ocasionados en los receptáculos de residuos ascendieron a unos 110.000 euros (frente a los 202.886 de un año antes) que deben asumir las arcas municipales. Esta suma se destina a la reposición de las unidades total o parcialmente dañadas por las llamas.

Otro factor que ha influido en la reducción de incendios en el mobiliario urbano ha sido la colaboración ciudadana, señalan fuentes del Ayuntamiento de Zaragoza. A menudo, son vecinos y viandantes los que, al ver salir humo de los contenedores, hacen llamadas a los servicios de seguridad ciudadana y a los bomberos.

Contenedores quemados en la calle Burgos, en noviembre de 2020. También ardieron vehículos. EL PERIÓDICO

De todo tipo

Esta actuación de los residentes resulta clave para que se produzca una rápida intervención, de forma que lo que iba a ser un incendio no pase de un mero conato.

Así, entre enero y diciembre pasados ardieron en las calles de la capital aragonesa 145 contenedores, frente a los 272 del ejercicio anterior. Cuatro de ellos eran de los de 1.000 litros de capacidad, 55 de residuos sólidos urbanos (RSU), 34 de papel y cartón, 32 de envases y 20 de vidrio.

El objetivo es reducir cada vez más el número de contenedores quemados, de ahí que en el nuevo contrato de limpieza, recurrido por el Partido Socialista ante el Tribunal de Contratos (TACPA), contemple la incorporación de sensores de calor en los depósitos de restos orgánicos y de material para el reciclaje.

Estos sistemas antiincendios tienen la virtud de que están conectados con la central de los equipos de extinción, que así disponen de más margen para intervenir cuando se produce la detección de una subida de temperatura en un contenedor.

La disminución registrada en el 2021 resulta muy llamativa, ya que 2020 fue el peor año de los seis últimos ejercicios, con 92 contenedores quemados más que en 2019, cuando hubo 180. Con anterioridad, el año 2014, con un total de 280 unidades destruidas por la acción del fuego, marca un récord en la capital aragonesa.

La magnitud del problema ha llevado a que los residentes tomen conciencia del riesgo que entraña la quema de contenedores, dado que, con relativa frecuencia, se ven afectados los vehículos estacionados en las inmediaciones, así como las fachadas de los edificios contiguos. En estas circunstancias existe un elevado riesgo de que se produzcan daños personales.

Sin testigos

Así ocurrió, por ejemplo, en agosto del año 2020 en la calle Suiza, cerca de Tenor Fleta. Ardieron por la noche varios contenedores y el humo negro provocado por la combustión causó intoxicaciones a varios vecinos, mientras que otros sufrieron ataques de ansiedad al ver que sus viviendas podían verse afectadas por las llamas.

La quema de contenedores no sigue un patrón definido. Con cierta frecuencia, el o los pirómanos actúan en una zona concreta de la ciudad, bien una calle o un barrio.

Pero en otras ocasiones los autores de estos hechos van dejando un rastro por las vías urbanas por las que pasan, casi siempre a altas horas de la madrugada para evitar ser vistos por testigos. De ahí la dificultad que reviste la identificación y localización de los responsables de la quema de contenedores.