«Los días antes de que empezara los medios contaban que si se cortaba la conexión a Internet era una señal de que había comenzado la invasión y que estábamos en guerra. Trabajaba por las noches y una de esas noches se cortó el wifi, cuando conseguí arreglarlo recibí un mensaje de mi compañero diciéndome que Rusia nos estaba atacando, no le creí, un minuto después cayó la primera bomba. Me quede en shock, aquello era lo más horrible que había vivido nunca». Es el relato de la invasión que realiza Oleksandra Spirina, refugiada ucraniana de 20 años que llegó hace apenas dos semanas a Zaragoza huyendo del horror. 

La joven está viviendo ahora con Manuel Vallejo y su mujer, los suegros de su hermana que actualmente vive en Shanghái y que junto a su pareja, el aragonés Eduardo Vallejo, impulsaron la operación que permitió que Olekshandra viajara desde Polonia hasta Zaragoza junto a su perro Jack para ponerse a salvo.

«Cuando empezaron los bombardeos todo el mundo salió a la calle, estábamos muy asustados. Mi novio y yo fuimos a casa de su familia, no teníamos luz, ni agua caliente, solo oíamos grandes explosiones», relata la joven. La tensión se alargó durante dos semanas, durante las cuales las únicas actividades que Oleksandra y el resto de sus vecinos realizaban era bajar por las noches a los refugios, heredados de la Unión Soviética, y esperar a que las explosiones cesasen.

Cuando el miedo fue insoportable la familia entera decidió salir del país lo antes posible. «Cogimos un tren, nos costó 24 horas llegar a la Lviv que está cerca de la frontera. Primero subían solo las mujeres y niños. Tardamos varios días en poder juntarnos con los hombres», cuenta. Después de tres horas de cola para cruzar la frontera los militares no dejaron pasar al novio de Oleksandra. «Pensábamos que podría pasar como cuidador de su hermano pequeño porque tiene Síndrome de Down pero los militares no le dejaron. Ahora está en Lviv, esperando a ver si tiene que ir al frente», cuenta.

En Polonia la familia terminó en uno de los campos de refugiados preparados para los ucranianos que salían del país. «Había muchas camas y comida gratis, todo el mundo podía que darse. Al lado había una estación de autobús de la que salían todo el tiempo vehículos en dirección a diferentes países.», relata Oleksandra. «No podía dormir y no tenía ganas de comer así que me fui a Varsovia a descansar», añade la joven. En ese momento, comenzó a viajar sola porque la familia de su novio se va a Alemania. Después de un día descanso la joven tomo un vuelo que la llevó hasta Barcelona y luego un tren a Zaragoza.

Desde su llegada la joven ha tenido un pequeño periodo de adaptación a su nueva vida. De compaginar la universidad y un trabajo por las noches y no tener «mucho tiempo libre», ahora un día normal en su vida incluye «clases de español cuatro veces por semana», «visitas de los amigos de la familia», «turismo por la ciudad» y «muchos paseos con Jack».

«La gente es muy amable, más que en Ucrania, cada vez que alguien se entera de donde vengo me dicen que no me preocupe, que no estoy sola», cuenta Oleksandra.

Después de dos semanas fuera, la frustración es enorme para Oleksandra, «teníamos muchos planes y ya no tenemos nada». Ahora mismo su ciudad está completamente destruida. «Teníamos una de las plazas más grandes de Europa y está destruida, el verano pasado abrieron un zoo, uno de los más grandes de Europa y también está destruido y los animales han muerto, todo el centro, las tiendas, los hospitales están quemados, ya no queda nada», asegura la joven.

Por el momento Oleksandra no quiere pensar en volver, «todos los días está cambiando la situación, ahora mis planes son quedarme aquí y buscar un trabajo porque la situación va a ser complicada cuando todo acabe», asegura.

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Desde Zaragoza, la joven continúa pendiente del avance ruso y mantiene el contacto con sus padres y su novio que todavía resisten en Ucrania, «ellos están bien, hablamos todos los días y espero que pueda seguir así», explica. «No se cómo sentirme, oigo en las noticias que Europa debería prepararse para la guerra y solo espero no volver a ver la guerra aquí y que se haga algo para que termine pronto lo que está pasando en Ucrania», explica.

La joven espera que pronto todo termine, «llevamos en una guerra híbrida desde hace más de nueve años y lo que estamos viviendo ahora, eso no es una guerra, es un genocidio», sentencia Oleksandra.