Antonio Serrado nació en Barcelona, pero reservaba a la localidad oscense de Monzón un hueco muy especial en su interior. Participó en la guerra civil, en los dos bandos, y sobrevivió gracias a poder adaptarse a las circunstancias. 50 años después, cuando ya tenía 70, Serrado se sentó en su escritorio para recordar lo vivido durante los tres años que partieron a España y para plasmar en el papel todo lo vivido durante la contienda.

En su familia se sabía pero nadie quiso investigar. Hasta 2020, cuando en pleno confinamiento, su nieto, Toni Gasa, decidió sentarse a leer ese manuscrito. «Fue algo muy emocionante, me acordé de esas memorias y elegí un momento tan extraño para leerlas», cuenta Gasa, que se quedó «muy sorprendido» por los textos y la redacción: «Mi abuelo fue un hombre culto, que pese a no haber tenido más formación que el bachillerato, fue capaz de desarrollar un estilo propio a la hora de escribir».

El inicio del libro se fecha en agosto de 1936, tan solo un mes después del golpe de Estado. Entonces, Serrado tenía 18 años y afrontaba el final de su adolescencia. «En ese momento, tan joven, no tenía ninguna significación política», explica Gasa, que cree que su abuelo se encontró en medio de un enfrentamiento que, para muchos, nació «de la noche a la mañana»: «Tal y como cuenta en sus textos, empezó a escuchar consignas de un lado y del otro, y solo con el paso del tiempo terminó configurando su propia ideología».

Hasta ese momento, que no llegó hasta bien entrado el franquismo, el abuelo de Gasa pasó por los dos bandos, empezando la guerra civil junto a los republicanos y terminándola en el lado sublevado. «Al inicio estuvo con la República, de la que destaca una gran desorganización inicial, aunque también apunta la pronta recuperación de las formas». Un bando republicano al que acompañó en conquistas puntuales y algunos episodios verdaderamente fascinantes: «Tuve que investigar mucho, para comprobar que todo lo que recogía mi abuelo en sus memorias había pasado de verdad».

Buenaventura Durruti, el célebre líder anarquista, se colaba en las páginas del libro: «Compartieron muchos momentos juntos y mi abuelo llegó a ser su barbero durante un tiempo». Lo que cuenta Serrado en sus memorias es «un reflejo de lo que gran parte de la sociedad tuvo que vivir, que se aleja de la épica de los exiliados o de aquellos que vencieron en la guerra». «Se nota cómo se tuvo que adaptar para sobrevivir y cómo se convierte en un hijo de su tiempo», amplía Gasa, que considera el relato como «un retrato bastante objetivo de lo que se vivió en aquellos años». Pocas conclusiones se pueden extraer de una visión tan personal de un hecho histórico, pero Gasa está seguro de lo que defendió su abuelo hasta sus últimos días: «El libro, y lo que él contaba, es sin duda una descripción de la guerra como algo horrible, como un desastre que mata a hermanos».

Casi nueve décadas después de la guerra, 17 desde la muerte de Antonio Serrado, Toni Gasa sigue recordando a su abuelo, «una de las personas más importantes de mi vida». «Me he tomado este proyecto como algo muy personal, como un homenaje hacia él y a toda mi familia, y como un ejercicio de empatía hacia toda su generación», concluye el editor del libro.