REVISTA RSA

De la Responsabilidad Social Corporativa a los ESG: cuando la evolución no lo es tanto

Los criterios ESG (en inglés ‘Environmental, Social and Governance’ ) han adquirido una gran relevancia en los últimos años aunque todavía existen algunas deficiencias en su medición real e impacto en las organizaciones

Los criterios ESG corresponden a las siglas en inglés de 'Environmental, Social y Governance'..

Los criterios ESG corresponden a las siglas en inglés de 'Environmental, Social y Governance'.. / FREEPIK

Nita Macía

La terminología siempre ha formado parte del debate para quienes nos dedicamos a la gestión de la sostenibilidad, que es en definitiva el objetivo del trabajo que llevamos a cabo. También vale la pena aclarar el tan manido concepto de sostenibilidad antes de entrar en el detalle de la transición o no de la fórmula Responsabilidad Social Corporativa (RSC) a la de ESG.

Inicio esta reflexión apuntando y apuntalando que la sostenibilidad es la consecuencia de una correcta implementación de KPIs en la cadena de valor. La sostenibilidad es la consecuencia deseada de una correcta gestión de las corporaciones en las diferentes áreas que engloba la responsabilidad social. Por tanto, no es un término que sustituya a otro, ni tampoco que correspondan a terminologías más o menos actuales, es simplemente que no significan lo mismo, pero forman parte de un concepto.

Lo que verdaderamente nos ocupa es la necesidad de dar solución a los retos a los que nos enfrentamos, buscar una solución al cambio climático e identificar el impacto positivo que una corporación ha de tener en la sociedad, para todo esto el primer paso necesario es que esta facilite información objetiva y transparente sobre su actividad.

El acrónimo ESG se acuñó en 2004 en el marco del trabajo de las Naciones Unidas y líderes empresariales globales. Desde entonces, y especialmente durante la pandemia y hasta 2021, vimos un entusiasmo creciente en el ámbito empresarial y financiero por la promoción de estos criterios de inversión y la generación de productos financieros ASG (siglas en español). En este nuevo contexto de «informar y gestionar", los criterios ESG (en inglés Environmental, Social and Governance) han adquirido una gran relevancia en los últimos años, ya que existe un perfil de inversores (Inversores Socialmente Responsables) que buscan rentabilizar sus inversiones a través de entidades con una alta capacidad de evaluar sus impactos. 

Cuando hablamos de inversiones sostenibles nos referimos a la necesidad de integrar un modelo de gestión determinado, un modelo que requiere planificación y compromiso. 

El primer paso de este modelo es un ejercicio que ha de partir de una necesaria reflexión: es necesario llevar a cabo una evaluación de impacto con un análisis profundo de cada una de las operaciones, cadenas de suministro y productos o servicios, en el argot lo llamamos un estudio de materialidad.

También la comunicación y en este caso específicamente el reporte de impacto: la necesidad y obligatoriedad de emitir informes de sostenibilidad que documenten logros y desafíos es de gran interés para mostrar a las partes interesadas de que manera se contribuye al cambio positivo. Y es aquí, en la comunicación donde aparece el término greenwashig. Y puesto que actualmente existe una mayor conciencia social y los ciudadanos son más exigentes respecto al impacto medioambiental, esto hace que exista una presión mayor en las empresas para comunicar en positivo, y este afán puede llevar a una mayor tentación de utilizar el greenwashing. Esta tentación puede convertirse en un riesgo, y es tan flagrante que ya ha sido identificada, por lo que ya existe una Propuesta de Directiva sobre nuevas normas para fundamentar las alegaciones ecológicas (Green Claims Directive). 

Volviendo a los ESG, en la actualidad también se ven afectados por una politización del término, y una deficiencia en su propia medición real, lo que conlleva una pérdida de confianza en los fondos gestionados con estos criterios. Especialmente porque existen inversores que más allá de establecer inversiones con criterios de inversión socialmente responsable utilizan los criterios ESG como una estrategia de gestión y mitigación de riesgos, y el mercado confunde la ESG con la inversión sostenible (IS).

Y es por este motivo por el que desde 2022 se genera una corriente que cuestiona el comportamiento de algunos actores del ámbito financiero y empresarial y que tiene mucho que ver con esta simulación de prácticas en favor de la sostenibilidad, aprovechando la falta de regulación que existía en este momento.

En el ecosistema ESG permite que en ocasiones tengamos la sensación de que cada empresa entiende los criterios de manera diferente y los aplica y reporta también de forma casi caprichosa. Un análisis ESG exhaustivo seguirá siendo condición imperativa, los inversores podrán enfrentarse a riesgos en aquellas que no se adapten con celeridad. 

En un momento en el que la regulación aprieta, las corporaciones viran únicamente hacia el cumplimiento normativo, y no es nada malo, lo malo es que se olvidan de la estrategia de transformación no solo de la propia empresa. Que las empresas se preocupen de prácticas sostenibles o incorporen criterios ESG es una muy buena noticia, pero cuando el reporting es la única finalidad la gestión del impacto quedará relegada a un segundo o tercer plano.

En medio de todas estas siglas el Parlamento Europeo aprobó la Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD), una normativa que tiene como objetivo mejorar la rendición de cuentas de las empresas obligándolas a informar sobre el efecto de su actividad en las personas y el medio ambiente, 

Aragón, un foro de debate internacional sobre la Responsabilidad Social

Aragón es un territorio que siempre ha mostrado gran interés por incorporarse a esta tendencia. Ya en el 2006 un grupo de personas (Víctor Viñuales, Juanjo Almagro, Ramón Jauregui, el profesor José Mariano Moneva y otros) con conocimientos en las diferentes materias que aborda la sostenibilidad decidieron que Zaragoza fuese el centro de debate de la responsabilidad social, creando el Congreso de Responsabilidad Social, un evento que en la actualidad es uno de los foros más importantes en esta materia y que tiene alcance internacional. Me refiero al Congreso Internacional de Responsabilidad Social, que celebrará su próxima edición en febrero del 2025 .

También desde el Gobierno de Aragón a través de diferentes líneas se impulsa este modelo de gestión, aunque desde mi punto de vista y a pesar de que la participación de las empresas en este proyecto tal y como demuestran los datos ha sido muy exitosa, considero que, con las normativas vigentes, este éxito puede ser un generador de riesgo de lo que inicialmente se quería promover y de lo que en la actualidad crea valor en el tejido empresarial. 

Creo en la necesidad de aprovechar esta corriente participativa en un modelo de gestión basado en el rigor, la demostración de impacto, la comparabilidad, la evaluación, etc. Promovamos el impulso de modelos de gobernanza solventes y rigurosos que contribuyan a consolidar al sector empresarial dentro de un modelo de excelencia competitiva, para lo cual debemos sentirnos obligados a promover, revisar y reformular los proyectos de éxito que contribuyan a aportar ese valor.

Estamos en un momento en el que se espera que las empresas es el desempeñen un rol potenciador de la sosteniblidad. Quizá porque la situación actual de «desgaste» ya no permite actitudes pasivas, ya no basta con «sostener» porque el modelo de crecimiento está gravemente dañado. Ahora toca reparar, hablamos de regenerar. La mayoría de las empresas no son sostenibles. 

Las empresas han de ser capaces de responder a los desafíos actuales con un modelo de gestión que les permita ser sostenibles, circulares y regenerativas. Las normativas son claras, pero sin estructuras de gobernanza que equilibren los intereses económicos y sociales de la compañía, será difícil presenciar cambios radicales en la forma de operar de las empresas, porque todavía el sentido de la ética no cuenta con regulación, así que toca apelar a un modelo de gobernanza en el que la ética y la honestidad acompañen al marco regulatorio.