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CRITICA

El teutón italianizado yel zaragozano universal

INTERPRETES Al Ayre Español, orquesta barroca. Eduardo López Banzo.

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Martes, 22 de junio

ASISTENCIA: Lleno

La marca estilística de Al Ayre Español llevaba ya tres lustros recuperando lo mejor del repertorio barroco de nuestro país hasta que recientemente su fundador y director, el zaragozano Eduardo López Banzo, ha dado un nuevo impulso a su proyecto, ampliando la formación y abordando repertorios más ambiciosos, en el mismo marco histórico pero traspasando nuestras fronteras.

Ayer tuvimos un buen bocado de lo que va a ser esta orientación que, parece ser, disfrutaremos en Zaragoza merced a un entendimiento del grupo con nuestras instituciones (¿un milagro?). El concierto se dedicaba al Händel que a sus veintitrés hacía música napolitana como si fuera italiano: la inspirada serenata a tres voces Acis, Galatea y Polifemo nos llevó al refinado mundo pastoril barroco y a las montañas de ideas musicales de este teutón devenido mediterráneo.

Cantantes, instrumentistas y director se codearon con esta obra, a priori difícil de apreciar (aunque sea por la lejanía temporal y estética), con una naturalidad insultante. La alternancia de recitativos y arias se produjo con total soltura, con teatralidad y ritmo dramático. Las fabulosas Katia Velletaz y Lola Casariego dibujaron sus personajes con voces precisas y delicadas, llenas de color. El muy joven Joan Martín-Royo, una revelación, se manejó con brillantez en el difícil registro, vocal y anímico, de Polifemo. López Banzo, al clave en los recitativos, dirigiendo de pie en arias y conjuntos, les llevó con brío y emoción. Entre todos diseñaron unas arias perfectas, donde las recapitulaciones se plagaban de novedades ornamentales, rellenando huecos y girando frases, dotando de novedad inusitada a algo que otros convierten en pura repetición.

El grupo instrumental que el director ha reunido para esta empresa es una maravilla, tanto en la calidad sonora (con unos vientos sobresalientes y una cuerda de ensueño) como en su rápida respuesta al podio. Los acompañamientos reflejaban con detalle minucioso toda la variedad anímica de la música: feroces, trepidantes, lánguidos, sonrientes. Tanta música, hecha con tanta dedicación (no hubo ni una línea desperdiciada a la rutina), no dejó de emocionar y convencer al público que, pese a lógicas deserciones en el descanso (esto no es Chaikovski, no nos engañemos), se volcó en un aplauso encendido y sincero. Hoy repiten lugar y programa. ¿Por qué perdérselo?

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