Con una medida aleación de intriga e historia, el alemán Jürgen Seidel ha escrito El embrujo del alma con la intención de que sea un "puente" entre jóvenes y adultos y para que los primeros se introduzcan en el mundo de la lectura. Esta novela, que está teniendo gran eco en Alemania, es la primera de Seidel (Berlín, 1948) que se traduce al castellano.

Publicada por Ediciones B, El embrujo del alma está ambientada en el Londres de 1521, donde se suceden una serie de suicidios de adolescentes que se sienten abandonados por Dios. Al mismo tiempo, una pareja de jóvenes de clases sociales opuestas --razón por la que se aman en secreto--, se verán implicados por la intriga y participarán en su resolución.

Seidel, que pasó ayer por Madrid, considera que los jóvenes de todas las generaciones y de todos los siglos han tenido que responder a dos grandes preguntas: el amor y el buen Dios. En esta novela el autor ha dejado la cuestión en el aire porque "los mayores no deben responder a las preguntas que se hacen los adolescentes", pero sí sugiere varias opciones para que el joven lector tenga material suficiente para satisfacer sus inquietudes. Además, el adolescente que quede atrapado en sus páginas comprobará que las preguntas siempre son las mismas aunque los siglos pasen.

Pese a lo que podría parecer, El embrujo del alma no tiene pretensiones teológicas sino que trata de mostrar el mundo del siglo XVI, en el que se sentaron las bases para el nacimiento del protestantismo al tiempo que la sociedad estaba impregnada de magia y creencias esotéricas. "Aquel no era un mundo científico", manifestó Seidel, "y si alguien hubiera llegado a la convicción de que Dios no existía, se hubiera desmoronado".

El director literario de la revista Qué leer , Aurelio Loureiro, calificó El embrujo del alma como "literatura con mayúsculas". Durante la presentación destacó el "conocimiento exhaustivo" que el autor muestra de la época y de los los personajes históricos, un elemento más de un thriller trepidante. Es la etapa ideal, dijo, para mezclar "miedo, intriga y fantasía sin cargar las tintas".