Superado el periodo "paranoico-crítico", como él lo llama, por el que atravesó Andrés Calamaro a principios de este siglo, o sea, hace siete años, al argentino le quedaban dos canciones en la mochila, de esas "lineales, sin cambio armónico, sin estribillo". Ambas han encontrado cobijo en su último álbum, La lengua popular, un "catálogo íntimo" de miradas cotidianas que deja a la luz un impulso poético en plena forma.

Los otros 10 títulos salieron en el estudio, de forma fluida, hace menos de un año, en un descanso de la producción del anterior disco, El palacio de las flores. Su productor y amigo Cachorro López (Grammy a la producción en el 2006) presionó sobre la creatividad del autor de El salmón, eligió media docena y pidió más. Calamaro se encontró con el "síndrome del papel en blanco".

"López tenía claro cuáles eran los ritmos y los colores que le faltaban al disco para completar una producción redonda", explica Calamaro, que por lo que cuenta, en esa época se encontraba en estado de gracia. No paró hasta completar el "armacabezas", expresión acuñada por el escritor Rodrigo Fresán.

Si El palacio de las flores fue recibido como el regreso al rock, en La lengua popular hay, además, otras cosas: aires de rumba, tango, baladas, ritmos tropicales... Hasta pidió permiso para introducir unos compases sinfónicos del arreglista de la banda sonora del filme Romeo y Julieta que Franco Zeffirelli rodó en 1968.

De lo que se siente especialmente orgulloso es de hacer sus propios coros como "cantante múltiple". Completa la grabación de cada pieza con su voz multiplicada 10 o 20 veces en diferentes capas armónicas. "En el estudio de grabación", dice Calamaro, "disfruto de ese momento de ser mi propio coro".

Mientras habla de todo esto, Calamaro se toma tiempo --segundos que parecen minutos-- para pensar si cada una de las historias contenidas en sus canciones vienen de su cabeza acompañadas de una melodía concreta. "No creo que mi habilidad sea contar historias", aclara. "Siempre he escrito por el deseo de escribir un texto que después se adaptara a una secuencia armónica". Pero en este último trabajo Calamaro ha cambiado de método con un resultado plenamente satisfactorio. "Esta vez, Cachorro me pidió escribir en función de las melodías", señala el ex-Los Rodríguez. "Y se disculpó por algo tan prosaico cuando los tangueros también escriben así", añade.