Quienes temen las consecuencias de la atención compulsiva a las redes sociales, las formas de lectura fragmentaria e intrínsecamente dispersiva del hipertexto y la facilidad de acceso a un caudal inabarcable de información ya tienen un manifiesto en el que reconocerse: Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? (Taurus), de Nicholas Carr. Usuario intensivo de las nuevas tecnologías pero converso al e-escepticismo (en el 2008 su artículo ¿Google nos está volviendo estúpidos?, en la revista The Atlantic, ya hizo ruido), Carr carga no ya sobre la sobreexposición a Internet, sino contra su propia naturaleza, los efectos que tiene en nuestra forma de leer y cómo acaba con la "capacidad de lectura sostenida" y, con ella, el propio pensamiento profundo.

Remontándose a McLuhan, Nicholas Carr refrenda que el medio es el mensaje. Sostiene que la experiencia de leer en un dispositivo en red es muy diferente de leer esas mismas palabras en un libro: "Como tecnología, un libro concentra nuestra atención, nos aísla de la miríada de distracciones que llenan nuestra vida cotidiana. Un ordenador hace justo lo contrario. Esta diseñado para dispersar nuestra atención. No nos blinda de las distracciones ambientales, se suma a ellas".

Un planteamiento que suscribirían muchos sin ver en esta constatación la menor carga negativa, sino un efecto inherente a las evidentes ventajas en materia de acceso y participación. Pero Carr va más allá, cita a numerosos investigadores que sostienen que la red "causa extensos daños cerebrales" y expone su experiencia personal ("he tenido la sensación de que alguien, o algo, ha estado trasteando en mi cerebro, resideñando el circuito neuronal, reprogramando la memoria"), con resultados inquietantes: "Mi concentración empieza a disiparse después de una página o dos". Ante los estudios que detectan más actividad cerebral en la lectura online, donde unos ven estimulación intelectual Carr alega que la lectura profunda es propia de una mente en calma.

Superficiales es el primer título traducido en España de la última hornada que reemprende un debate tan viejo como internet (o la TV). También crítico será Contra el rebaño digital, de Jaron Lanier, quien acuñó el concepto realidad virtual, que publicará Debate en septiembre y que aboga por replantear cómo explotamos las posiblidades de la red, desperdiciadas por un "maoísmo digital".

¿EL DEBATE DE SIEMPRE? En su último número, The New Yorker dedicaba un análisis a fondo de las novedades editoriales en torno al asedio de internet a la galaxia Gutenberg. El autor, Adam Gopnik, los agrupa en tres tendencias. Unos, los never-betters (nunca mejor que ahora), quienes como Clay Shirky (Cognitive surplus) o Andy Clark (Supersizing the mind) destacan las fuerzas revolucionarias de la democratización de la información y la expansión de la conciencia que implican. En frente, los better-nevers (mejor que nunca hubiera sucedido), quienes como Carr, William Power (Hamlet´s blackberry) y Sherry Turkle (Alone together) lamentan la pérdida de capacidad de reflexión y de sociabilidad en el mundo real y defienden la superioridad de las formas anteriores de transmisión cultural. El panorama lo completarían los escépticos ever-waser (lo mismo de siempre), como Ann Blair (Too much to know), que coinciden en que hay demasiada confusión, pero asumen que el desconcierto y la "sobrecarga de información" son experiencias comunes a todos los grandes momentos de cambio de la modernidad.

En medio, en Is the Internet changing our mind?, John Brockman ha reunido las respuestas de 150 personas. No hay versión española pero por 8,8 euros podrá leerlo quien se lo descargue desde la aplicación de Kindle para Iphone. Ventajas del mundo digital.