ARTISTA Bunbury, presentando las canciones de 'Licenciado Cantinas'

LOCAL pabellón Príncipe Felipe

FECHA sábado, 20 de enero

ASISTENCIA 5.000 espectadores

Abre Bunbury su cantina de licenciado en madrugadas eternas y amores perros, y como buen tabernero obsequia a los clientes con esa filosofía pedestre de la vida, macerada entre vinos peleones y tequilas canallas. Así, el viernes, poco antes de finalizar su concierto, el licenciado Bunbury se sintió en la obligación de animar a los parroquianos ante esta crisis que nos han creado. Dijo que eran tiempos convulsos (de acuerdo), que artistas y periodistas deberíamos hablar (¿?) como carpinteros, fresadores, etcétera, y que, más que una mala noticia, la mentada y manoseada crisis es un momento óptimo, pues, y cito casi textualmente, se está desmoronando el sistema económico que nos ha estado tocando los cojones a todos. Supongo que se estaba refiriendo a ese sistema económico que le permite cobrar casi 40 euros por una entrada para el concierto, y embolsarse una buena pasta (bien ganada, vale) mientras otros engrosan las filas del paro y de la miseria. La filípica estaba de más, cuando menos dicha tal cual la soltó. Reflexiones de taberna, pues.

Afortunadamente el otro menú de la cantina, el musical, tuvo más enjundia, y, ya puestos, resultó más agitador que el discursito de marras, pues a fin de cuentas la poesía suele ser más revulsiva que los mítines. Tuvo más enjundia, digo: la de un Bunbury cada vez más comprometido con una concepción transgenérica de las canciones (pese a su querencia por lo conceptual) y con unos directos impecables en su ejecución y singulares por el sello diferenciador que imprimen a las composiciones con respecto al su formato original. Todo eso hay que anotarlo en su haber de artista indagador y puntillosamente profesional. En el debe hay que dar cuenta de cierta tendencia a la ruptura del ritmo interno del concierto y del ralentí del comienzo de la actuación, detalle que ya observamos en su gira anterior. El viernes, por otra parte, echamos en falta más canciones de Licenciado cantinas, su reciente y espléndido disco, pues de las 15 que contiene solo ofreció cinco (más la introducción instrumental): Llévame, El solitario, Ódiame, Ánimas que no amanezca, El día de mi suerte y Cosas olvidadas. El resto del generoso repertorio lo armó con piezas de los álbumes El tiempo de las cerezas, El viaje a ninguna parte, Pequeño, Hellville de Luxe, Flamingos y Las consecuencias.

En el listado de temas más antiguos brillaron los arreglos y la intención vocal de La señorita hermafrodita, Bujías para el dolor, Sácame de aquí, De todo el mundo, El hombre delgado que no flaqueará jamás, , Infinito, Nunca se convence del todo a nadie de nada. De las canciones nuevas destacamos el brío de Ánimas que no amanezca, la vigorosa mezcla de jungle sound y zydeco de Nueva Orleans de El día de mi suerte (todo un reto la adaptación de esta pieza de Willie Colón) y el pulso mantenido del embrujo arrabalero de Cosas olvidadas.

En conjunto, Bunbury (con unos engrasados Santos Inocentes) ofertó un espectáculo de un nivel notable, aun asumiendo que a la propuesta le falta rodaje. Y lástima, ya digo, que nos hurtase la mayor parte de su repertorio más nuevo: ese transfronterizo paseo latinoamericano.