Era el último día de proyecciones del Festival de Cannes. Viridiana se acaba de proyectar y, tras ver la cinta atornillado al asiento, el director general de Cultura, José María Muñoz Fontán (por entonces el régimen franquista estaba empeñado en instrumentalizar a Buñuel tras su regreso a España), ha huido despavorido a su habitación. Pero lo peor (para él) estaba por llegar. Al día siguiente, Viridiana gana la Palma de oro. Buñuel no había acudido a Cannes ("alegando como los niños pequeños una enfermedad con una tos ficticia") y a los productores se les planteó el problema de quién recogía el premio, un regalo envenenado. "De repente, me cogió Domingo Dominguín (un gran amigo de Buñuel) --contó ayer Pere Portabella-- y me dijo, 'vamos a la habitación de Muñoz Fontán, pero tú no hables'. Llegamos allí, y Dominguín le empieza a decir que era todo un honor para España y que nos habíamos puesto de acuerdo todos para que recogiera él el premio en nombre del cine español". Él recogió el premio y fue lo último que hizo en su carrera ya que fue destituido y nunca más se supo de él. Pere Portabella protagonizó ayer la última jornada del ciclo La España de Viridiana (nombre también del libro que acaba de publicar Prensas Universitarias), en el que también han intervenido, Julián Casanova y Agustín Sánchez Vidal, y organizado por la catedrática de Historia del arte, Amparo Hernández.

El productor de Viridiana y de otros filmes como Los golfos, de Carlos Saura; y El cochecito, de Marco Ferreri, no dudó en calificar qué significó la película para ellos: "Con Viridiana nos pasó todo lo bueno y todo lo malo que le puede pasar a una película". Tras su estreno en Cannes, donde llegó después de pasar escondida a Francia con la excusa de realizar el montaje de sonido allí, aunque la verdadera razón es que "nadie podía verla porque si no, la censura acabaría con ella", desgranó Portabella.

Precisamente, la censura cambió el final previsto de Viridiana. En la última escena, Viridiana llegaba a la puerta de su primo, y entraba cerrándose la puerta tras ella. "Muñoz Fontán, justo antes de empezar a rodarla, nos convocó a una reunión en la que todo iba muy bien hasta que mostró su disconformidad con el final. Se hizo un silencio hasta que él mismo dijo, 'hombre', es que si al menos hubiera una tercera persona...' Buñuel y yo nos miramos perplejos pero Luis dijo rápidamente 'muy bien, qué buena idea'. El ascensor del ministerio no podía quedarse quieto de las risas que nos echábamos. Luis no paraba de decir, ¡un ménage à trois! ¡Es fantástico!", explicó Portabella. En el final, que aprobó la censura, al primo y a Viridiana se une la criada "para jugar una partida de cartas".

CERTIFICADO DEL PAPA Tras el escándalo que se montó, el Vaticano excomulgó a los miembros de la película y, en una conversación, Portabella le dijo a Buñuel: "Habrá que pedir un certificado", a lo que el turolense solo contesto: "¡Pero lo tendrá que firmar el Papa!". La reacción del gobierno español fue la de la ignorancia. Negó su existencia como película española. Algo que, reconoció Portabella, "nos salvó ya que no había cadáver para condenarnos", aunque el escándalo sí se llevó por delante su carrera en España.

Portabella también relató cómo conoció a Buñuel. Fue en 1960 en Cannes. El productor estaba con Saura ya que se proyectaba su película Los golfos y "nos conocimos en un ascensor". Aunque, la verdadera anécdota, explicó el catalán, vino después. "Vimos la película los tres juntos y cuando acabó, Buñuel nos abrazó. Un ateo dando la bendición a otros dos", bromeó Portabella, que culminó la historia: "La ovación fue tremenda".