"Te cuento mi última ambición. Hacer una gavilla de dibujos pequeños, refinados y detallados, de plantas, buzones, pequeñas escenas, y mandarlos al New Yorker, que está lleno de esas cosas en blanco y negro; si pudiera establecer un estilo, que sería una especie de simplificación infantil que haga diseño de cada objeto, motivos decorativos más o menos campesinos, quizá podría convertirme en una de esas personas insignificantes que dibujan una rosa aquí, un copo de nieve allá, para colocarlos en mitad de un cuento a fin de romper la maraña continua de la letra impresa; publican todo, desde papeleras hasta escenas de calles urbanas".

Quien esto escribe, cargada de esperanzas, de ansias de normalidad, es la poeta norteamericana Sylvia Plath (Boston, 1932--Londres, 1963). La carta, incluida en el libro Dibujos (Nórdica), que reúne 45 trabajos gráficos inéditos a lápiz, pincel y tinta de la autora, está dirigida a su marido, el también poeta y mucho más reconocido entonces, Ted Hughes. Está fechada en octubre de 1956, quizá en el momento de mayor felicidad de la pareja, a los cuatro meses de haberse casado, tras un noviazgo fugaz. La felicidad también lo fue. Plath, es sabido, depresiva y bipolar, combatió incansablemente contra sus demonios como relató en la novela autobiográfica La campana de cristal, un libro que no ha dejado de leerse desde su publicación en 1963, pocos días antes su suicidio. La muerte de Plath amplificó su figura. Madre de dos niños, separada de Hughes --sin duda, el detonante de la decisión unido a su inestabilidad emocional--, su suicidio se convirtió en un episodio crucial para la crítica feminista porque ejemplariza la difícil tensión en el ámbito femenino entre las responsabilidades familiares y la necesidad de creación.

Frente a ese apabullante mito literario, mucho menos conocida es la faceta de la autora como dibujante del natural. Esos trabajos que realizó en los primeros tiempos tras su matrimonio y antes de que la meticulosidad con la que se enfrentó al alienante (así lo vivió) cuidado de los hijos y de la casa la absorbiera por completo, están fechados entre 1956 y 1957. Y eran tan desconocidos que solo fueron mostrados al público en el 2011 en una exposición en la Mayor Gallery de Londres, donde fueron vendidos.

RELAJACIÓN Ahora el libro Dibujos los recupera con un prólogo de la hija mayor, la superviviente Frieda Hughes --el menor de los hermanos, Nicholas, también se suicidó en el 2009--. Son trabajos sencillos que le servían como una forma de relajación y que ya le habían dado algún dinero cuando publicó alguno acompañando a sus artículos, no en el New Yorker, como deseaba, sino