Distribuidas las doradas estatuillas de los Oscar 2015, restan los simbólicos premios que otorgan, de palabra, los estilistas, blogueros, periodistas y demás mortales. Son los premios a los mejor y peor vestidos de la gala y sus fiestas posteriores. En la pasarela más importante del año, brillaron las líneas entalladas, cual sirenas, y los tonos metalizados, rojos y claros.

Algunas de las celebridades optaron por acaparar los flases, como la modelo rusa Irina Shayk, que a golpe de transparencias parecía decirle a su ex: "Mira, lo que te estás perdiendo". También Heidi Klum mostró sin rubor sus curvas y osamenta con un atrevido Versace. Otra habitual del menos es más, Jennifer López, se sumó a la fiesta de semidesnudos (la de Vanity Fair), aunque en la gala se limitó a lucir escotazo. La que no se desmelenó ni un pelo fue Scarlett Johansson. Al contrario: ahora que juega en la liga de las mamás sorprendió con un rapado a lo Cholo Simeone embutida en un Atelier Versace verde.

Entre las que se dieron el gran batacazo destacó Nicole Kidman. Su Louis Vuitton color champán con cinturón rojo no convenció a nadie, como a nadie ha convencido su cirujano plástico. "Parecía que llevaba un hule", comentaba un crítico. La embarazada Keira Knightley, por su parte, parecía salida de La primavera de Botticelli con un vaporoso vestido floreado, con versos impresos.

El rojo fue uno de los tonos de la noche y, claro, el elegido por la actriz más hot del momento, Dakota Johnson, que sedujo con un Saint Laurent de escote asimétrico.

En los Oscar más blancos, Lupita Nyong'o, que ya deslumbró el pasado año con un modelo azul, se llevó el título de más elegante con un Calvin Klein confeccionado con 6.000 perlas. El Oscar al glamour es suyo.