Un clásico del neo-noir y también una de las películas que más gráficamente han plasmado el deseo y la excitación sexual a través de la fisicidad de unos cuerpos en estado constante de ebullición. Kathleen Turner se convirtió en el prototipo de femme fatale en esta película en la que tanto ella como William Hurt se bañaban literalmente en sudor en medio de una atmósfera irrespirable en la que no había ventilador de techo capaz de sofocar su arrebato carnal. Ni siquiera el hielo logró bajar la temperatura.