El titular de esta crónica sonora es una perífrasis del nombre de una canción del primer disco del grupo Fuerza Nueva. Y los pies de foto proceden del texto de una de las piezas del nuevo álbum de Los Chicos del maíz. Hoy es viernes y siguen los mítines.

Aviso para navegantes: el resultado de la reunión musical (no sabemos si puntual o no) de Niño de Elche con Los Planetas, es un álbum que no pretende ser la versión actual de aquel soberbio Omega que Enrique Morente registró con Lagartija Nick. El disco al que hago referencia se titula Fuerza Nueva (El Ejército Rojo), igual que el grupo que lo ha parido. Puede que tanto título como nombre tengan intención de provocar (ya sabemos por qué), pero ahí queda la cosa. Niño de Elche y Los Planetas son conscientes de que a estas alturas pocos pueden escandalizarse de que se recree El novio de la muerte (un cuplé en origen, himno de la Legión más tarde, que también versioneó Javier Álvarez), de que el himno de Cataluña se tranforme, con texto del situacionista Guy Debord, en Canción para los obreros de Seat, o de que la clásica Los campanilleros cambie de significado. Se ha dicho que esta es una apuesta para hipster y que es poco sólida. Quia: aquí no hay provocación para modernos sino deconstrucción de unos códigos, lo que conceptualmente lo convierte en un disco de trap. Ojo, conceptualmente. Y el Niño canta divinamente (Jota ya se sabe) y musicalmente la cosa tiene fuerza (nueva o lo que sea).

La guatemalteca (residente en Los Ángeles) Gaby Moreno es una artista de lujo a la que no se le resiste ningún estilo. Ahora se ha aliado con el Van Dyke Parks (Brian Wilson, Tim Buckley, The Byrds, Ray Cooder, U2...) para facturar esa delicia titulada ¡Spangled! (Nonesuch), con orquesta sinfónica, todo un sugerente viaje panamericano concebido casi como una comedia musical. Jackson Browne y Ry Cooder se han apuntado al trayecto.

Jdid (Crammed Discs) es la segunda apuesta de Acid Arab, dúo (trío, ahora) que lleva a las pistas de baile las músicas del norte de Áfri¡ca y de Oriente Medio. Cuidando siempre las colaboraciones, Acid Arab cuenta aquí con artistas argelinos, sirios, turcos, belga-tunecinos y de Níger. Amplía así su espectro sonoro para mayor gozo de bailongos y escuchadores varios.

A sus 74 años Van Morrison sigue en forma. No rompiendo moldes, claro, pero, qué demonios le queda por romper. En los últimos cuatro años ha grabado seis álbumes. El último, Three Chords & The Truth (Caroline / Music As Usual) es, en general, una delicia. Una canción como You Don’t Undertand, por ejemplo, es un epítome de toda la sabiduría de Van. Y Fame Will Eat The Soul y la pieza que titula el CD están también entre mis favoritas.

Devendra Banhart (norteamericano de madre venezolana) compone melodías arrebatadoras, sencillas y eficaces, con arreglos estupendo. Tiene sentido del humor y compromiso, y su freak folk, avant folk o lo que sea, es estupendo. Vuelve a certificarlo en MA (Nonesuch), su nuevo disco.

Las grabaciones, inéditas en disco (salvo Naima, aunque en una toma diferente), pero conocidas a través de la película independiente canadiense Le chat dans le sac, recogidas ahora en Blue World (Impulse), vienen a ser como el tránsito entre los hallazgos de John Coltrane anteriotes a 1964 y el imprescindible A love Supreme. Suenan muy bien.

En la nueva entrega del dúo de rap valenciano Los Chicos del Maíz no se salva ni el cirujano plástico de la Reina. Política y deslenguada, la pareja, echando mano a veces de rima fácil, continúa en las barricadas del verso. Bases potentísimas dan lustre a Comanchera (BOA), donde colaboran Kase O, Ana Tijoux, Zatu...

Tránsito, exilio, política... El grupo tuareg Tinariwen sigue adentrándonos en el blues del desierto en Amadjar (Wedge / Pias), su disco más reciente. Y explora otros territorios con ayuda de Warren Ellis, Micah Nelson, Cass McCombs y Noura Mint Seymali.

El grupo colombiano Los Pirañas es una bomba. Con guitarras, ordenador, bajo y batería, reformula el ADN de la música de su país (cumbia, champeta criolla, salsa, tropical...) a golpe de dislocada psicodelia y retazos de jazz. Llama a eso retrofuturismo, pero aquí la taxonomía importa menos que el resultado. Este se puede disfrutar en Historia Natural (Glitterbeat), su tercer álbum.