Además de todo el daño económico y moral que la pandemia ha causado en el mundo de la cultura, el coronavirus ha dejado un rastro en las calles que permite advertir la magnitud de la catástrofe también para los que somos consumidores de sus propuestas. Son los carteles de todo aquello que iba a ser y no fue. Conciertos, obras de teatro, presentaciones de libros... Los carteles se amontonan en las paredes raídos por el paso del tiempo y sin haber desempeñado la función para la que fueron concebidos, pues aquel efecto llamada que debían haber acometido con sus colores antaño atractivos ha quedado en un limbo descolorido.

Duele ver en la plaza del Pilar o en una esquina de la avenida de Goya los reclamos para el Vive Latino, cuyas fechas aún estarían vigentes, pero que todo el mundo sabe que no tendrá lugar el próximo mes de septiembre, sino ya al año que viene. Lo mismo sucede con el concierto de Alejandro Sanz, que apuntaba a un lleno en el retorno de La Romareda como escenario de grandes conciertos. Una actuación esta que, por otro lado, parece que nunca se programó, pues apenas queda rastro de su cartelería, bien por que ha sido arrancada por los fans del cantante, bien porque al estar en espacios más destacados fue quitada para devolverles la función con otras cosas que anunciar.

En la calle Duquesa Villahermosa hay una pared en la que el espectador o el público de conciertos puede llegar a sentir rabia de todo lo que el virus le ha hurtado. En apenas seis metros cuadrados se amontonan anuncios de Loquillo en el Príncipe Felipe, previsto para el 18 de abril; la cartelera completa de marzo de la sala Rock & Blues; la actuación de Lucinda Williams que iba a ser el 6 de junio en el Oasis; el recital Ópera per tutti, que con la Orquesta Reino de Aragón se anuciaba para el 22 de marzo en el Auditorio de Zaragoza y la obra de teatro Pesadilla en la comedia, con Quique San Francisco, que tuvo que haberse celebrado el 7 de abril en el salón de actos del World Trade Center zaragozano. Junto a ellos, el cartel del concierto de El Barrio que sí pudo celebrarse el 15 de febrero en la sala Multiusos. El cartel tiene una esquina despegada y da la impresión de que el cantante se inclina desconcertado hacia las imágenes de esos compañeros que nunca pudieron actuar.

Esta pared de Duquesa Villahermosa es la mejor imagen de tres meses con la cultura en el aire, pero hay otras zonas habituales en las que los carteles están completamente destrozados y ahí lo que vemos es la cultura hecha añicos.

Cualquiera que vaya andando por la ciudad encontrará carteles de tres meses que no han sido. Otra de las grandes imágenes que a toro pasado refleja como pocas lo acontecido es el cartel de celebración del 25º aniversario del Auditorio de Zaragoza, en el que aparece un violín atravesado por flechas que deberían ser las del amor a la música y las vemos como las heridas que le ha producido esta pandemia, Más cuando observamos que nos hemos quedado sin disfrutar de Yuja Wanj (11 de marzo) al excelente Lang Lang (25),o a la Royal Philarmonic Orchestra (18 de mayo), dirigida por Pinchas Zukerman.

Hacer balance de todos los espectáculos que no se han celebrado es fácil, contando las sesiones que acogen los teatros, el auditorio, el Sótano Mágico, las salas de música... Estas últimas sí han hecho balance oficial y la cifra supera los 500 conciertos. En el Teatro de las Esquinas han tenido que suspender 40 funciones de teatro, 11 conciertos, y muestras de escuelas exteriores y 60 funciones de los alumnos de la escuela del centro. Si seguimos con el resto llegamos a los mil espectáculos suspendidos, sin contar el cine. Un erial. Qué triste. H