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La soledad del corredor de fondo

El desgarro que transmiten las páginas de ‘Hombres que caminan solos’ no permite despistarse ni un segundo

La soledad del corredor de fondo

Hay quien logra desmenuzar la vida, sin otra herramienta que las palabras, para que quede manifiesta su belleza. No sé si esto de escribir ficción en primera persona, como si constantemente la realidad la superara, es una moda pasajera o un clásico imperecedero, pero en este caso el desgarro que las páginas transmiten invitan a no despistarse ni un segundo. Yo no conocía al autor, José Ignacio Carnero, que narra con una seguridad que aplasta, a sabiendas de que no se le escapa ningún detalle al entrar en conflicto con lo que siente y con lo que presiente. Resulta muy divertido leerle porque no es extraño verse reflejado en acciones y omisiones, en preguntas sin respuesta que todos hemos formulado al aire, incluso a viva voz, en ese ataque de retórica que de vez en cuando nos asalta.

El retrato de sus chicas es genial, tanto el de las que están físicamente como el de las que no aparecen más que en el lado de lo virtual. Por ellas cabe viajar al otro lado del mundo, y esperarlo todo. Por ellas cabe volver a casa y renunciar a las esperas. Buf, vaya lío que pueden llegar a organizar las emociones, los miedos, las ausencias y los silencios. Y qué bien puede llegar a contarse cuando a cada acción, a cada gesto y a cada angustia se les pone el nombre exacto, y de ahí una historia da paso a otra, los personajes crecen, las posibilidades se multiplican, las dudas generan dudas y el círculo se retroalimenta en su condición de vicioso. Esta es una novela llena de verdad porque es así como se recibe, es así como se digiere y es así como se interioriza. Fantástica, además, la relación con el padre en ese viaje por carretera que no es sino un recorrido inagotable por el alma de ambos, en el que no faltan momentos hilarantes ni sabias lecciones propias de quien vive sin rencores, temores ni prisas. De quien conoce el valor de lo vivido y de lo que queda por vivir.

Contar aquí lo que el autor cuenta allí no es nada fácil porque Hombres que caminan solos, editado por Penguin Random House, es un libro que sorprende al lector a la misma velocidad que al propio protagonista, que a menudo se aproxima al abismo para echar un vistazo y llevar el estremecimiento a la reflexión. Pero los duros pasajes, que los hay, forman parte de un todo ágil, irónico y emotivo que se convierte en el relato de un héroe o de un antihéroe, rol que no acierto a adivinar, que engancha y seduce porque conecta de inmediato, y por un igual, con los sueños y las pesadillas más recurrentes de quien busca conocerse a sí mismo. Es apasionante construirlo a partir de vivencias alojadas en el fondo de las entrañas que necesitan salir fuera, ser escupidas en definitiva, tras añadirles una buena dosis de invención que acaba diluyéndose.

Nadie sabrá jamás hasta qué punto la realidad habrá cobrado una nueva mirada y la mentira habrá servido para aprender a mirar de otra manera. Este es un libro en el que la depresión se asoma y condiciona las decisiones. También la soledad está presente, más acentuada cuanto mayor es el alboroto que se escucha alrededor. De ahí que la búsqueda de lo ordinario en lo cotidiano acabe convertido en extraordinario.

Esta novela está escrita como si la escritura no tuviera secretos. Está escrita con veteranía, con oficio. En ella se palpa el dolor pero no hay recreación que le reste credibilidad. Los diálogos definen el lugar que cada uno tiene en el mundo, donde el humor encuentra un sitio de honor. Hay un pasado que emerge quitándole fuerza al futuro, que ni se sabe dónde está. No importa. Ganar al hoy es un triunfo que garantiza un mañana. Esta novela nos anima a zambullirnos y a disfrutar de una voz potente, que ruge y exige una continuidad. No, no es esta una primera obra, y se nota, y ahora estoy en ese punto en el que anhelo conocer sus trabajos precedentes.

La sensibilidad es capaz de darle esencia a cualquier historia, de perfilar un argumento y de llevarlo por caminos intrincados que finalmente toman una única dirección: la adecuada. He disfrutado mucho escuchando, cosa que un libro siempre anima a hacer si la verdad anida en sus páginas. Y no hay mayor verdad que la que está bien escrita, cualquier ficción estaría de acuerdo.

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