-¿Qué atractivo encuentra en el Aragón medieval?

-Creo que Aragón no se entiende sin la Edad Media. Aragón nace como comunidad en la Edad Media y no se presta demasiada atención a este período. Nos gusta decir que fue Augusto quien fundó Zaragoza y parece que la Edad Media fue un paréntesis en esa línea de progreso. Por eso creo que es importante defender el legado de la esta época: Aragón no se entiende sin la Edad Media. Nuestra comunidad no se entiende ni en la política ni en la historia ni en la cultura sin este período histórico. 

-¿Somos los aragoneses conscientes de la riqueza histórica de la comunidad?

-Creo que no lo suficiente. Siempre voy a batallar porque se valore la historia de Aragón. Valoramos nuestro pasado, pero podríamos hacerlo más. Es necesario conocernos como comunidad y no tanto compararnos con el vecino sobre lo que podemos llegar a ser. Tenemos referentes en todos los ámbitos y hemos sido modelo, en algunas cosas, para el resto de España. La historia nos da la clave para romper esos mitos y reforzar nuestra identidad.

-¿Por qué es tan importante la batalla de Cutanda?

-Es una batalla fundamental para entender la organización territorial de Aragón y, sin embargo, muy poco conocida. La batalla de las Navas de Tolosa es mucho más popular que Cutanda, que tuvo mucho más importancia que la primera. Me pareció acertado también por lo que buscaba el premio, porque se pedían historias sobre la incorporación de Calatayud al Reino de Aragón. Este hecho fue consecuencia directa de la victoria de Alfonso I el Batallador en Cutanda. Por todo esto, el desconocimiento sobre el suceso y la trascendencia, me pareció bueno hablar de ella.

-¿Qué se encuentra el lector en Cutanda?

-El viaje de El Batallador desde Calatayud hasta Cutanda, donde va al encuentro del enorme ejército almorávide que quiere recuperar Zaragoza. La batalla es el colofón final del viaje. Hay una historia de amor entre un miembro del ejército del Batallador y una andalusí: así se refleja que no solo fue un tiempo de guerras, que hubo convivencia y mezcla de culturas. Había aragoneses, castellanos e incluso franceses. Existía un crisol de culturas e ideas que no se puede reducir a un enfrentamiento entre moros y cristianos. En el caso de Cutanda, encontramos un duelo entre dos estrategas, como Alfonso El Batallador, un general como pocos en su época; y Alí ibn Yusuf, que tenía la capacidad de movilizar a grandes ejércitos pero mucha menos capacidad de liderazgo que el aragonés.

-La figura de Alfonso I es vital.

-Aragón antes de El Batallador es muy diferente a lo que fue después. Antes de Alfonso I era un reino en riesgo, que podía ser absorbido por Castilla; después, una potencia en la Península que rivalizaba con su enemigo. Cutanda me sirve para dejar una imagen de lo que llega a suponer esta obra militar de El Batallador.

-¿Por qué ha elegido la novela histórica como formato para contar la batalla de Cutanda?

-La novela tiene algo que nunca jamás van a tener los manuales de historia: la capacidad de emocionar, de conseguir que el lector pueda proyectarse en los protagonistas. En una novela laten las personas. La novela devuelve a la historia el calor humano y el protagonismo a las personas. Por eso me parece tan importante que se siga escribiendo novela histórica. Si la novela está bien enmarcada dentro del rigor histórico, puede servir para que la historia sea más atractiva y accesible al público.

-Usted aparece en el epílogo. ¿Por qué?

-Quiero poner de manifiesto que la historia es presente y es futuro. En Cutanda se va a crear un centro de interpretación sobre la batalla. Si al fin se consigue encontrar el lugar del conflicto, el atractivo será espectacular. El epílogo rompe esa ventana para abrir nuevas posibilidades, para decir que la historia construye el presente. Quería mostrar la necesidad de seguir investigando el pasado, demostrar cómo la historia sirve para conocernos un poco más.