Vaya por delante que yo no tengo ninguna duda de que la cultura es segura y de que es uno de los sectores (más castigados por la pandemia, por cierto) en los que mejor se han trabajado las medidas de seguridad sanitarias obligadas por la ocasión. Por eso, tampoco tengo ninguna duda de que los actos que se van a programar para la segunda semana de octubre (no se puede decir para las Fiestas del Pilar ya que supuestamente están canceladas) van a seguir en la misma línea y los riesgos que se puedan vivir en ellos se van a minimizar. Sin embargo, lo que se debería valorar en torno a la polémica de la semana sobre si se han cancelado (o no) las fiestas patronales de la capital aragonesa es lo que supone que se concentren actos culturales en torno a unos días que significan lo que significan en el acervo popular. Hablando en plata, ¿qué va a suceder cuando acaben los conciertos que parece que va a haber en el Parque del agua, por ejemplo? Y no estoy diciendo que no se tengan que celebrar esos actos (el sector ya está lo suficientemente castigado como para que se le prohíba ahora programar en una de las semanas más importantes del año para él) sino que quizá el debate se esté situando en el foco equivocado… O se haya querido situar en el foco equivocado que uno siempre tiene la sensación de que esto de la opinión pública no deja de ser una sucesión de globos sonda probando a ver dónde aterriza en el que se va a hacer despegar en unos días.

No dudo (o, al menos, eso espero) de que las autoridades hayan valorado las situaciones que apunto (y que no son nada originales, imagino que mucha gente ya las habrá pensado antes que yo) pero la sensación que queda en el ambiente es que se ha tratado de rizar el rizo, de tratar de contentar a todo el mundo implicado, unos no reconociendo que Fiestas del Pilar va a hacer y, otros, celebrándolas de manera encubierta porque es la única forma que tienen. Si no, ¿cómo se puede explicar que no haya Fiestas del Pilar pero se celebre la Ofrenda de flores? Tan disparatado es el argumento de que no es un acto intrínseco a las fiestas que sería comparable a decir que estos festejos patronales no se celebran en torno a la Virgen del Pilar. Cuando el equilibrio empieza a ser complicado, quizá es que las cosas no se han resuelto de una manera ni mucho menos brillante. Y aunque estamos todavía, parece ser, en los preparativos de lo que serán esas celebraciones y, de momento, se supone que Sanidad no ha dado el visto bueno definitivo a todos los actos programados, hay aspectos que empiezan a chirriar demasiado.

Más allá de estas reflexiones que, insisto, no creo que sean nada originales, me parece reseñable que los promotores privados sigan resistiendo y apostando por programar contra viento y marea y a pesar de todas las dificultades que se van encontrando por el camino. Solo así se puede entender que los teatros de titularidad privada sigan con las puertas abiertas o que los conciertos en la ciudad estén empezando a coger velocidad de crucero en una época en la que solo abrir la persiana de una sala ya cuesta mucho trabajo. Es por eso que se agradece que vaya a haber una programación parece ser que, por lo que conocemos hasta ahora, digna durante la segunda semana de octubre pero también se agradecería que se le llamara a las cosas por su nombre y no se hicieran extraños juegos con el lenguaje. Del 9 al 17 de octubre va a haber Fiestas del Pilar... si los datos epidemiológicos no lo impiden ya que, visto lo visto, no sé si, a día de podemos decir que estamos a salvo de sufrir una nueva ola de contagios en cualquier momento.