Una frase pronunciada por su gran amigo Eduardo Paz casi al principio del gran homenaje que ha recibido esta tarde Joaquín Carbonell en la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza desgrana la clave de lo que han sido dos horas de amor. Por el artista de Alloza pero, sobre todo, por la música. Como el que él mismo le profesaba. Solo hay que echar un vistazo a los músicos con los que se rodeó (capitaneados por el gran Richi Martínez) y que hoy también le han acompañado. «Si Joaquín viera todo este tinglado, se iría corriendo», ha apuntado Eduardo Paz al comienzo del homenaje antes de empezar a entonar una singular Me quedaré viviendo que vino a abrir un interrogante que sobrevoló durante todo el acto, ¿dónde está mi lugar?

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Homenaje a Joaquín Carbonell JAIME GALINDO

El tinglado al que se refería el miembro de La Bullonera, ha sido reunir sobre el escenario a más de 30 artistas que han hecho lo que más le hubiera gustado a Carbonell y que él repetía hasta la saciedad, que las versiones de sus canciones fueran de los artistas. Y así, tras Eduardo Paz, Mariano Casanova y Diego Escusol han hecho suya Quién te cerrará los ojos (popularizada por Labordeta pero cuya letra es de Carbonell) y Olga Orús y dos de sus ministriles han hecho lo propio con Si me buscas en una versión que voló muy alto.

Mariano Casanova y Diego Escusol

Mariano Casanova y Diego Escusol JAIME GALINDO

El acto, dirigido por José Luis Esteban y Yolanda Blanco, ha sido ágil y dinámico y, aunque en ella, también ha habido tiempo para que se realizara una conexión (ficticia, obviamente) con el propio Carbonell en uno de los muchos momentos emotivos que tuvo la noche, ha primado por encima de todo la música. Y vaya música, porque la banda ha sonado como en sus mejores días. Ángel Petisme ha interpretado Con el sudor de tu frente y María José Hernández ha estremecido al Auditorio con un Me gustaría darte el mar bien acompañada por los audiovisuales que han jugado un papel importante en la gala.

No ha habido muchos momentos para las intervenciones pero los gestos han sido muy protagonistas durante las dos horas del homenaje y las miradas al cielo han sido un denominador común de un concierto en el que también se ha podido ver a Los 3 Norteamericanos (la última banda que formó Carbonell) interpretando Un millón de amigos, a David Angulo con A tu madre no le gusta o a Juako Malavirgen y Diego Peña (de mimo) entonando El gorila.

Ya en el tramo final, Richi Martínez y Philippe Charlot se han lanzado con Mi patria e Isabel Marco ha tocado el lado más reivindicativo del artista con Dimitris, dedicada al griego que acuciado por la crisis decidió quitarse la vida. Ismael Serrano ha apostado por Dónde estabas tú y De Teruel no es cualquiera ha recaído en Silvia Solans e Iñaki Fernández.

Para entonces, la noche ya iba lanzada y en ese gesto de amor por la música, todos los intérpretes se han mostrado muy entregados, especialmente Javier Ruibal que ha cantado Para llevarte a vivir y «una gran sorpresa», una pieza dedicada a Carbonell compuesta por él mismo, Décima jota. Carmen París y Joaquín Pardinilla han formado un dúo para Llámame antes de que apareciera sin previo aviso Joan Manuel Serrat que ha entonado, ante la larga ovación del auditorio, El olivo y Aquellas pequeñas cosas en lo que él ha denominado «un acto de amor después de un año de tozudez» (en alusión a lo que ha costado levantar este homenaje).

Joan Manuel Serrat en el homenaje a Joaquín Carbonell

Joan Manuel Serrat en el homenaje a Joaquín Carbonell Jaime Galindo

Pero aún quedaba la traca final en la que Loquillo ha cantado La mala reputación (canción que quiso grabar con el propio Carbonell sin que finalmente lo realizaran) junto a Gabriel Sopeña y Josu García que han sido los encargados de cerrar el acto con una de las canciones más conocidas del de Alloza, Suelta la pasta ya, no sin antes llamar a todos los artistas que habían participado en el homenaje al escenario.

Y, por supuesto, el público ha respondido poniéndose en pie para despedir a los artistas que han desfilado por el escenario de la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza para poner en valor eso que muchas veces, y más en la sociedad actual, pasa demasiado desapercibido, el amor por el trabajo bien hecho. En este caso, por la música, y es que si algo guió la trayectoria del de Alloza fue precisamente buscar la excelencia en todo lo que hacía.