José Luis Arrazola, Roberto Artigas ‘Gran Bob’, Chabi Benedé, Quique Casanova, Kalina Fernández, Miguel Isac, Satur Rodríguez, Silvia Solans y, por supuesto, Richi Martínez. Son nueve nombres que, probablemente, para algunos son de sobra conocidos, pero a los que conviene ponerles nombre y apellidos todas las veces que hagan falta. Ellos forman parte de la banda que acompañaba a Joaquín Carbonell y fueron los que elevaron la música del artista turolense, una vez más, el pasado martes a un nivel superlativo. Son la demostración de que la mayor inteligencia de un artista es saberse rodear de los mejores en lo suyo. Joaquín Carbonell fue un hombre inteligente y siempre lo hizo. Tanto que él mismo se sorprendía cuando tras el concierto que ofreció en el Teatro Principal en noviembre del 2019 para conmemorar sus 50 años de carrera, la gente le decía que la banda había sonado espectacular. «No hace falta que me lo digas, eso ya lo sabía yo hace muchos años», solía responder a medio camino entre el asombro y el orgullo.

La llama de Carbonell se apagó demasiado pronto cuando todos teníamos la sensación de que estaba en uno de sus mejores momentos y el martes más de 30 artistas (con la presencia de nombres como Joan Manuel Serrat, Loquillo y Javier Ruibal) le dieron su último adiós en un concierto simplemente, a fuerza de sonar vulgar y carente de adjetivos, espectacular. Por cómo sonó, porque a contra de lo que suele suceder en muchos de los homenajes en los que van desfilando tantos artistas por el escenario, nada fue improvisado (ni sonó a tal) y en el que se vio un grado de implicación máxima de todos los que decidieron participar desinteresadamente en el acto... y el público también respondió. Fue una noche con momentos muy emotivos de la mano de canciones con una sensibilidad muy especial e incluso reivindicativa con otras piezas de un Carbonell que sabía dónde poner el acento aunque pareciera que estaba en otra cosa. 

Fue, como decía, una noche de homenaje a Joaquín Carbonell (que por fin se celebró después de que este maldito virus, el mismo que se llevó al artista en septiembre de 2020, la obligara a posponer) en la que se demostró dos cosas que puedan parecer banales pero que son muy importantes, que en Aragón sí sabemos arropar a los nuestros (con todos los matices que se le quiera poner) y, por encima de todo, que en esta comunidad en la que a veces parece tan difícil remar, se pueden y se saben hacer espectáculos con una producción compleja y en los que todo salga rodado. Y no es baladí que llevemos un verano en el que todo esto se está demostrando. Estamos saliendo de una pandemia y ahora que está volviendo la actividad cultural poco a poco y aparecen eventos como, por ejemplo, el festival Música al raso con la participación de todo el sector de la comunidad, en el que no se hace más que poner de manifiesto que en Aragón podemos y sabemos hacer las cosas muy bien... Ay, si tuviéramos más medios o si alguien quisiera apostar de una manera decidida y sostenida (y me refiero básicamente a lo monetario) por la cultura.

Hablaba al principio de este artículo de José Luis Arrazola, Roberto Artigas Gran Bob, Chabi Benedé, Quique Casanova, Kalina Fernández, Miguel Isac, Satur Rodríguez, Silvia Solans y Richi Martínez. Ellos son, probablemente, nueve de los mejores artistas con los que contamos en nuestra comunidad, pero piensen todos los que existen porque no se engañen, en Aragón podemos presumir de nuestro nivel musical y deberíamos hacerlo.