Aunque Las chicas de la 305 es una novela catalogada para mayores de 14 años, se trata de una obra muy apta para adultos porque en ella la escritora aragonesa Ana Alcolea cuenta una historia centrada en el 68, un año en el que no solo "Massiel ganó Eurovisión".

Zaragoza, residencia femenina de la Universidad Laboral. Aquí arranca esta novela (Anaya infantil y juvenil) en la que seis chicas de clase obrera y campesina y su tutora serán las encargadas de llevar al lector a esas vivencias valientes que han convertido a esta mujeres en "fundamentales" para entender todos los logros del presente, según cuenta Alcolea (Zaragoza, 1962).

Mujeres que no son de la quinta de Alcolea, pero sí que fueron exalumnas de esa Universidad Laboral donde ella estudió años más tarde y se encontró con Angélica, la tutora que en la novela propone al curso de 68 llevar a escena La Tempestad, de William Shakespeare. Esa tutora tiene nombre y apellido, es Carmen Alcalde, que hizo teatro con la clase de Alcolea y por eso le debe la "seguridad y la pérdida de miedo al ridículo" que tiene ahora. Así que se ha basado en su recuerdo para construir ese personaje de Angélica, reconoce la ganadora del Premio de las Letras Aragonesas en 2019.

Un invento del régimen franquista

"Estas universidades fueron un invento del régimen franquista por dos motivos: hacer que niñas y niños de extracción social que vivían en pueblos y no tenían posibilidad de estudiar pudieran hacerlo, y el segundo objetivo era crear una élite intelectual afín al régimen. Lo que pasa es que en muchos casos les salió el tiro por la culata, porque había muchos profesores que eran submarinos puestos por el partido comunista en el exilio y la formación que se tuvo fue muy variada", explica.

Y a través de la experiencia y el recuerdo, la autora se ha metido en la piel no solo de Angélica, sino de Asun, Marilines, Roberta o Marilines, cuatro de estas seis chicas "diferentes" pero que llevan a cabo la sororidad en unos momentos en los que se pensaba que el gran invento que ha hecho que la mujer se libere era la lavadora.

Pero no, matiza Alcolea, no fue ese, sino las "compresas y los tampones", porque en la España del 68 no existían y por eso estos productos femeninos protagonizan uno de los pasajes de Las chicas de la 305.No existía eso, pero el 68 fue un año clave para la historia de la humanidad pese a que muchos solo crean que lo único que pasó fue que Massiel ganó Eurovisión en Inglaterra, algo que, recuerda, se tomó como la "venganza" de la Armada Invencible.

"Me acuerdo perfectamente, aunque era niña, pero también me acuerdo de los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King", afirma. Hechos que aparecen y marcan de alguna manera la vida de estas chicas que también fueron testigos de otros hechos que hicieron que el 68 esté marcado en rojo: la guerra de Vietnam, la presencia de los soldados americanos en la base aérea de Zaragoza, la presencia de la religión, el deseo de libertad, la definición de la identidad sexual y los primeros amores.

Un libro con mensaje explícito

Por eso, en este libro hay un mensaje implícito: "que las mujeres son muy libres, que van a tener una vida, que gracias a la autoconfianza que han cogido en la residencia van a ser capaces de llevar una nueva vida", avanza acerca de la vida de Asun o Manolita, quienes acabarán viviendo juntas, o Roberta, que será madre soltera.

"Estas mujeres de esa generación abrieron muchas puertas y muchas ventanas para que ahora seamos más libres que ellas. Es esa generación anterior a la mía la que luchó por esas libertades, porque cuando llegué a la Laboral en el 75, llegué con toda la transición hecha en la adolescencia, no tenía mucho por lo que luchar, sino que tenía mucho que creerme y asumir", concluye.