Rojo es un hombre de costumbres, un entrenador que se mantiene fiel a sus principios venga de frente un maremoto de críticas o un huracán de razones para que comprenda que muchas veces, y ésta es una de ellas, hay que transigir ante lo evidente. Pese a que el preparador sabe que gran parte de su continuidad depende del resultado que se produzca en este desplazamiento, suenan de nuevo los tambores que anuncian un esquema ultraconservador para el Sánchez Pizjuán. No es algo oficial, pero se barrunta la posibilidad de que el entrenador bilbaíno recupere para este vital compromiso una de las peores recetas que ha utilizado, la del trivote, una opción que ha estrangulado siempre al Real Zaragoza, incapaz descifrar ese tipo de códigos. Todo indica que en lugar inventar una alineación atractiva y ausente de corsés defensivos para sorprender con frescura al Sevilla en su campo, el entrenador vasco va a entregar el peso del equipo a tres centrocampistas preocupados de taponar, de destruir y, en el caso de Aragón, de sacar petróleo a su genialidad en la concepción del juego profundo y vertical en los pases largos. Lo de siempre, a esperar que suene la flauta. Ni siquiera repasa sus experiencias, todas ellas facasadas, cuando ha optado por esta alternativa que el Real Zaragoza rechaza porque carece de jugadores específicos para hacerla productiva. Si se decide por construir una línea por delante de la zaga con Acuña, Chaínho y Aragón, en primer lugar hará públicos sus temores, y los futbolistas no están en estos momentos para recibir más vibraciones miedosas, y en segundo le dará la iniciativa al conjunto andaluz, que aunque en su feudo sufre mucho cuando le ofrecen el balón, se salta las murallas de mediocampo con pelotazos hacia Reyes o Moisés. Otro factor negativo: con tanta infantería cavando en las trincheras, se producirá el tradicional abandono en ataque, con la más que posible baja en el once por decisión técnica de Juanele. Así quedarán Galletti y Bilic para arreglárselas como puedan. Los antecedentes con este diseño son para escharse a temblar. La primera experiencia se produjo en la visita de la primera vuelta a Vallecas. En aquella ocasión, la pirámide la formaron Acuña por la derecha --una posición antinatura para el paraguayo-- José Ignacio por la izquierda --otro error-- y Chaínho de cerebro --una función desmedida para el portugués--. En el descanso y frente al desastre que provocaba el nefasto reparto de funciones con un Rayo disfrutando de lo lindo y con ventaja en el marcador, Rojo sacó del campo a uno de ellos, a José Ignacio, e hizo debutar a Bilic. La mejora no fue sustancial, pero al descongestinar la zona y producirse un reparto más lógico de las posiciones, el Real Zaragoza se estiró de forma natural y ganó el partido. De nuevo se inistió en Son Moix, contra el Mallorca, y de nuevo el híbrido fue aprovechado por el equipo isleño para campar a sus nachas. Garitano, José Ignacio y Chaího estuvieron desenchufados del partido contra un rival que desperdició más de media docena de ocasiones para ganar. Con Juanele como único delantero, el Real Zaragoza causó una pobrísima impresión. El entrenador rectificó al sacar del campo a Vellisca, desplazar a Garitano al lugar del madrileño para reponer el doble pivote, e incluir a Yordi. Además metió a Sundgren con la intención de amarrar un punto a toda costa. Un error de Nadal faue aprovechado por el delantero centro gaditano para obrar uno de los grandes milagros de la temporada, una victoria insospechada a falta de cuatro minutos para el término del choque. La última puesta en escena del trivote se produjo en Vigo, y esta vez la fortuna no reparó los errores de la pizarra. Acuña, otra vez caído a la derecha, Aragón en tierra de nadie y Chaínho, cuya titularidad ya es todo un despropósito, campando por ninguna parte. El Celta burló como y cuando quiso los desajustes en el centro del campo zaragocista y se llevó el triunfo sin mayores esfuerzos. Mañana, según indica el parte de posibles incidencias, Rojo insistirá en echarle plomo al equipo.