Desde la presentación de Cafú (13-1-95) --temporada de gracia de la Recopa--, no se recordaba semejante expectación. Ni siquiera el regreso de Esnáider (8-12-2000) para salvar al equipo del descenso produjo tanta excitación popular como la llegada, ayer, de Gabriel Milito y Savio Bortolini a La Romareda. Cerca de mil personas se congregaron en el estadio, primero fuera y luego en las gradas, para recibir al excentral del Independiente. Dos horas después, subió el número a quinientas más para saludar a la estrella brasileña. La alineación de los astros el mismo día fue como un festín después de años de abstinencia, de pan duro y vaso de agua. De una cartilla de racionamiento que se rellenaba con nombres intrascendentes y cuya consecuencia final fue el traumático descenso a Segunda.

COMO IDOLOS Había hambre expresiva, así que el trato dado a los jugadores, como corresponde a uno por promesa cumplida y a otro por extensa y brillante carrera, fue de ídolos. Milito se gustó en el papel de estrella, sobre todo cuando saltó al césped para someterse a la rutinaria sesión fotográfica y se encontró cara a cara con esa representación de la hinchada. El nuevo futbolista del Real Zaragoza para las cuatro próximas temporadas (otra opcional) a razón de 750.000 euros por cada una de ellas, saludó extendiendo una bufanda del club, y después, como premio, regaló el balón al público con un certero puntapié. Hacía casi ocho años que a la afición no se le veía con esa ilusión.

Savio, con más tablas, una sonrisa tímida y después de firmar autógrafos sin aliento, también mostró la bufanda zaragocista como símbolo de fidelidad al Zaragoza durante las tres próximas temporadas (y otra opcional). Su contrato será por objetivos, y si los cumple todos, cobraría alrededor de 1,2 millones de euros. La gente está feliz porque intuye que le van a sonreír los astros.