Millones, millones y más millones. La sociedad está inmunizada del baile frenético de cifras que rodea la imagen de las estrellas del deporte. Sus talonarios no tienen nada que envidiar a los grandes magnates o a las estrellas del celuloide.

Pero no es oro todo lo que reluce. No todos los deportistas de élite viven entre riqueza. En la cercanía se encuentran claros ejemplos. No por estar entre los mejores pueden renunciar a un trabajo que les permita mantener su vida en un futuro. Esta dualidad provoca imcompatibilidades, a la que hay que amoldarse para seguir disfrutando de la profesión y de la actividad deportiva en un equipo de alto nivel.