Síguenos en redes sociales:

REPORTAJE

El gigantismo lleva a la soledad y a la miseria al gran coloso ruso

El gigantismo lleva a la soledad y a la miseria al gran coloso ruso

Al exjugador ruso de baloncesto Alexandr Sizonenko, de 46 años, el cielo se le ha venido encima. El baloncestista más alto del mundo, de 2,40 metros, según reconoce el propio libro Guinness de los récords, vive en la estrechez y el olvido.

Sizonenko no puede atravesar sin muletas siquiera su pequeña habitación en un piso en las afueras de San Petersburgo que el exdeportista comparte con varias familias. El gigantón sobrevive con una mediocre pensión mensual que le da el Estado de 820 rublos (23 euros, 3.827 pesetas) y recuerda, con más pena que gloria, su trayectoria deportiva y antigua fama del coloso ruso.

"Sizonenko tenía todos los elementos para convertirse en un gran jugador", aseguró ayer a EL PERIODICO el legendario técnico ruso Alexandr Gomelski, seleccionador soviético en los años 80. "No sólo me refiero a su enorme altura, sino también a su manera de pensar y actuar en el campo. Si no fuera por su enfermedad, hubiese sido, sin duda, una gran estrella del baloncesto".

Una delicada enfermedad

La enfermedad que padece Sizonenko, el gigantismo, tiene su origen en la excesiva producción de la hormona de crecimiento durante la infancia y la adolescencia. Los brazos y las piernas crecen desmesuradamente, y las personas afectadas pueden sobrepasar los 2,40 metros de altura. Este desorden está causado por un tumor hipofisario, que, si no se trata, puede producir la muerte del paciente en su juventud. Los médicos operaron a Sizonenko a los 15 años, pero no consiguieron frenar la enfermedad.

Pese a sus problemas de salud, el joven soñaba con ser un gran baloncestista. En 1978, se incorporó al Spartak de San Petersburgo que jugaba en la desaparecida liga soviética. Sin embargo, dos años más tarde, Sizonenko fue trasladado al modesto club Stroitel de la ciudad de Kuibishev, en el sur de Rusia. Su minusvalidez, que le ocasionaba numerosas lesiones, le cerró las puertas de la selección de la URSS y al mejor equipo de la época, el CSKA de Moscú, club del Ejército.

Al terminar la carrera deportiva a principios de los 90, Sizonenko se casó con una jugadora de baloncesto rusa. De este matrimonio nació un hijo. Sin embargo, la pareja se divorció años después, cuando se agravaron los problemas de salud de Sizonenko. Según explican los médicos, el excesivo peso de su cuerpo le ha destrozado las rodillas y los tobillos.

"La vida cotidiana se ha convertido para mí en todo un problema", señala Sizonenko. El antiguo jugador necesita ayuda para cualquier desplazamiento por la ciudad. Tienen que hacerle toda la ropa a medida y lleva unos zapatos descomunales del número 56, fabricados hace varios años por una zapatería alemana. Por si fuera poco, Sizonenko pesa 180 kilos y necesita muebles especiales que le aguanten. La única diversión que puede permitirse ahora es entrenarse con un equipo de baloncesto de minusválidos de San Petersburgo.

La propuesta

Sizonenko acaba de recibir una propuesta para capitalizar su gigantismo. El anatomista alemán Gunther von Hagens le ha ofrecido vender su cuerpo después de su muerte para la polémica exposición Mundos corporales , donde se exhiben cadáveres completos y secciones del cuerpo humano.

A cambio, Von Hagens le ha prometido al veterano ruso una pensión vitalicia de 150 euros al mes (24.958 pesetas), que cubriría los gastos médicos necesarios para aliviar su grave estado. Sin embargo, el exdeportista ha rechazado el contrato rotundamente. "Es cierto que necesito el dinero, y mucho, pero considero que vender mi cuerpo para semejante exposición es un pecado".

Pulsa para ver más contenido para ti