Síguenos en redes sociales:

El Tour 2004 El protagonista

Lance Armstrong: 'Yellowman'

Curiosas son las vueltas que da la vida. Hace un año, Lance Armstrong era un hombre triste. Veía que Jan Ullrich podía apartarle del sueño de ganar el quinto Tour consecutivo, mientras su matrimonio con Kristin, Kik, hacía agua por todas partes. Quién le iba a decir a él, que nunca le ha gustado la actividad social, que al aceptar la invitación de Andre Agassi, casi por obligación, por no hacerle un feo a un compañero deportista, más famoso que él en Estados Unidos, su corazón iba a acelerarse casi como si estuviera ascendiendo Alpe d´Huez. Por azar le sentaron al lado de la cantante Sheryl Crow, que, como el ciclista, llegó a la fiesta del tenista en Las Vegas sin acompañante.

Amante y colega

No es por querer darle un toque rosa a la gesta del sexto Tour de Armstrong, pero la presencia de Crow ha sido esencial, casi vital, en la consecución del éxito. Sheryl no ha sido sólo una amante para el corredor. Se ha convertido también en una colega, que se ha entusiasmado tanto como él en el cariño a la bicicleta y al Tour. A Armstrong le saltaban los ojos todas las mañanas cuando veía a Sheryl vestirse con un maillot sin mangas, ponerse el coulotte, calzarse las zapatillas preparadas para los pedales automáticos, subirse a una bicicleta idéntica a la que él utiliza y echarse unos cuantos kilómetros a la espalda. La chica hasta se vistió con un jersey de color amarillo, en cuanto su novio encabezó el Tour.

Antes, Kik parecía desentenderse del ciclismo. Es una sensación a la que también han llegado personas del entorno del líder. Y, ahora, se han sorprendido todos, cuando han pasado al lado de la puerta de la habitación de la pareja y han escuchado la guitarra y la voz de Sheryl, ensayando, mientras Lance se recuperaba del esfuerzo de la etapa. Y eso que, ideológicamente, son bien distintos. Sheryl, por ejemplo, tiene una concepción progresista y demócrata de la vida política de Estados Unidos. Se ha opuesto a la intervención de su país en Irak. Todo lo contrario de Armstrong, republicano convencido, que no ha tenido ningún complejo en apoyar a su paisano tejano, George Bush.

El fuerte carácter del que hace mella el hexacampeón del Tour, clave en su dominio total sobre el ciclismo mundial, también es el que a veces le lleva a ejercer un control sobre el pelotón y el entorno del mismo, que no es, precisamente, nada democrático. "Estás con él, o contra él", se ha quejado repetidamente Greg Lemond, el tricampeón estadounidense del Tour, enemistado con Armstrong. No se tragan. Nadie, en el pelotón, osa levantar una voz contra el tejano, aunque, por detrás, critican sus decisiones.

El viernes pasado, por ejemplo, Armstrong se coló en una escapada, sólo para fastidiar a Filippo Simeoni, el modesto corredor italiano que había dicho ante un juez de su país que Michele Ferrari, amigo personal y preparador del tejano, que creía que el estadounidense también se dopaba. Ninguna prueba, claro. Pero Armstrong no se lo ha perdonado y para tumbar su intento de escapada se fugó entre modestos que no se jugaban nada. "Cuando le vi aparecer creí que Simeoni venía con la moto neutra", dijo Txente García Acosta, del Illes Balears. La moto neutra está pintada de amarillo y sus pilotos llevan el traje de idéntico color.

Pues bien, una mayoría del pelotón aplaudió a Armstrong e insultó al pobre de Simeoni. "Induráin nunca habría hecho una cosa así", defiende José Miguel Echávarri. Cierto. Era otro carácter. El navarro sólo quería el pastel del Tour. Pero, ¿cómo va a actuar Yellowman cuando hay periodistas estadounidenses, desconocedores del Tour, que aún preguntan por qué no gana todas las etapas?

Pulsa para ver más contenido para ti